¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

Domingo, 26 de marzo de 2023
DOMINGO Vº DE CUARESMA

Del Propio - Morado

Ezequiel 37, 12-14 / Romanos 8, 8-11

/ Juan 11, 1-45
Salmo Responsorial, Sal 129, 1-5. 6c-8

R/. "En el Señor se encuentra la misericordia"

 

Santoral:

Beato Sebastián de Aparicio, San Avertano

y el Beato Romeo, San Etelberto y Santa Jacinta

 

 

LECTURAS DEL DOMINGO 26 DE MARZO DE 2023

   

DOMINGO Vº DE CUARESMA

 

Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán

 

Lectura de la profecía de Ezequiel

37, 12-14

 

Así habla el Señor:

Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo mío, a la tierra de Israel. Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes, mi pueblo, sabrán que Yo soy el Señor.

Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio suelo, y así sabrán que Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré.

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    129, 1-5. 6c-8

 

R.    En el Señor se encuentra la misericordia.

 

Desde lo más profundo te invoco, Señor.

¡Señor, oye mi voz!

Estén tus oídos atentos

al clamor de mi plegaria.  R.

 

Si tienes en cuenta las culpas, Señor,

¿quién podrá subsistir?

Pero en ti se encuentra el perdón,

para que seas temido.  R.

 

Mi alma espera en el Señor,

y yo confío en su palabra.

Como el centinela espera la aurora,

espere Israel al Señor.  R.

 

Porque en Él se encuentra la misericordia

y la redención en abundancia:

Él redimirá a Israel

de todos sus pecados. R.

 

 

El Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús habita en ustedes

 

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Roma

8, 8-11

 

Hermanos:

Los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes.

El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.

 

Palabra de Dios.

 

 

 

EVANGELIO

 

Yo soy la resurrección y la vida

 

X   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Juan

11, 1-45

 

Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo».

Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».

Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que éste se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea».

Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres volver allá?»

Jesús les respondió:

 

«¿Acaso no son doce las horas del día?

El que camina de día no tropieza,

porque ve la luz de este mundo;

en cambio, el que camina de noche tropieza,

porque la luz no está en él». .

Después agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero Yo voy a despertarlo».

Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se sanará». Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.

Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo».

Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él».

Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.

Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas».

Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».

Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día».

Jesús le dijo:

«Yo soy la Resurrección y la Vida.

El que cree en mí, aunque muera, vivirá;

y todo el que vive y cree en mí,

no morirá jamás.

¿Crees esto?»

Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo».

Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te llama». Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que ésta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó adonde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto».

Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: «¿Dónde lo pusieron?»

Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás».

Y Jesús lloró.

Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!»

Pero algunos decían: «Éste que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podía impedir que Lázaro muriera?»

 

Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: «Quiten la piedra».

Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto».

Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?»

Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:

«Padre, te doy gracias porque me oíste.

Yo sé que siempre me oyes,

pero lo he dicho por esta gente que me rodea,

para que crean que Tu me has enviado».

Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!». El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario.

Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar».

Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en Él.

 

Palabra del Señor.

Reflexión

 

APOSTAR POR LA VIDA AUTÉNTICA

1.- Vuelta a la vida. Aunque el texto de Ezequiel no habla directamente de la resurrección de los muertos, sino la liberación del pueblo elegido, se insinúa ya un éxodo más radical y universal en el que la muerte y todo lo que mortifica a los hombres ha de ser vencido por la resurrección de Cristo. Es en la Pascua de Cristo donde se abre el acceso a la verdadera vida y los hombres entran en comunión con Dios definitivamente. Ezequiel, desterrado con los desterrados, ve con sus propios ojos la situación lamentable de su pueblo que yace en las tinieblas de la muerte como un montón de huesos, sin esperanza. Babilonia es la tumba de los pueblos, allí se consume poco a poco el pueblo de Israel. Pero Dios sacará a su pueblo elegido de esa tumba y lo conducirá a la tierra de los vivos, a la patria lejana y deseada de la que había sido deportado.

2.- Un mensaje esperanzador. Vivimos en carne, nos dice la Carta a los Romanos, pero "no estamos en la carne". Somos carne, pero hay en nosotros otro elemento vivificador, que es el Espíritu de Cristo, que lo es de Dios. Este Espíritu, que resucita los muertos, es el que tiene la última palabra. Hay, pues, esperanza para los hermanos. Nuestro cuerpo no será definitivamente destruido, sino vivificado y transfigurado. La promesa de vida adquiere nuevo vigor en la era de Cristo, que es la era del Espíritu. El Espíritu de vida ya "habita en nosotros". El anuncio del Profeta ya ha empezado a cumplirse. Si tenemos el Espíritu con nosotros, nuestra condición carnal queda superada y nuestra condición mortal queda vencida. Ya no podemos vivir según la carne, que es ley de pecado, sino en el Espíritu, esto es «por la justicia». Y ya no debemos temer la muerte, porque el Espíritu «vivificará nuestros cuerpos mortales». Estamos abiertos, pues, a la esperanza.

3.- Creer en la vida. Lázaro es un símbolo del hombre agobiado por realidades de muerte: droga, guerra, terrorismo, aborto, desesperación. Todos estamos heridos de muerte, las heridas más importantes son las del corazón. ¿Quién nos sacará del sepulcro?, ¿Quién dará fin a nuestra vida mortecina?, ¿Quién acabará con nuestros lamentos?, ¿Quién será capaz de dar una explicación a tantos porqués? Sólo Cristo, porque Él es "la resurrección y la vida". Aunque estemos muertos por el peso de nuestras culpas podemos salir y gritar "Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios". Creer que Cristo es la resurrección y la vida no es mirar tan solo al momento final de la muerte. Creer en la resurrección es creer que nuestro Dios es un Dios de vivos y no de muertos. Creer en la resurrección es creer en la vida, siempre y en todo momento. Es apostar por la vida. Es defender la vida. Es ser un enamorado de la vida y un sembrador de vida, de la vida de verdad, de la auténtica: de la que nos hace a nosotros y a los demás más personas. De la vida de todos: de los niños que tienen derecho a nacer y de los moribundos que tienen derecho a morir dignamente; de los jóvenes que ansían beber la vida, para que puedan conseguirlo sin adulteraciones ni engaños que entrañan muerte, y de los ancianos que se ven arrinconados y necesitan consideración y cariño. Creer en la resurrección es trabajar por construir el mundo nuevo de concordia y de paz conquistado ya por la resurrección de Cristo, pero que nosotros debemos ir haciendo renacer poco a poco en medio de este nuestro viejo mundo calamitoso. El que cree de este modo está trabajando ya, día a día, por el cumplimiento de la promesa del Señor: “El que cree en mí vivirá para siempre”.

 

José María Martín OSA

www.betania.es

 

JESÚS ES LA VIDA

1.- Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre. En este último domingo de cuaresma, san Juan nos presenta a Jesús como la Vida y dador de vida. Recordemos que el domingo tercero, el evangelista nos presentó a Jesús como el agua viva, en el relato de la Samaritana, y el domingo cuarto san Juan nos presenta a Jesús como la Luz del mundo, con el relato del ciego de nacimiento. Hoy en este bello relato de la llamada resurrección de Lázaro, san Juan nos presenta a Jesús como fuente de Vida, dador de vida eterna. Lo que llamamos resurrección de Lázaro, realmente no fue Resurrección en sentido teológico y bíblico, fue reanimación, o reviviscencia de un cuerpo muerto. Lázaro, después de esta primera resurrección volvió a vivir materialmente, con el mismo cuerpo físico que tenía, y posteriormente murió físicamente. La resurrección supone, según san Pablo, abandonar el cuerpo físico, mortal, y adquirir un cuerpo glorioso, que ya no morirá nunca. Pero es indudable que el evangelista nos presenta esta resurrección de Lázaro como signo y sacramento de nuestra futura resurrección gloriosa. Si creemos en Jesús, aunque hayamos muerto viviremos, no moriremos para siempre, resucitaremos con un cuerpo glorioso y viviremos eternamente. La fe en la resurrección gloriosa realmente debe ahuyentar nuestro miedo a la muerte física. Jesús es la Vida y fuente de vida, y si vivimos en comunión con Jesús, vivimos en comunión con la vida y con la fuente de la vida. Esta es una verdad teológica consoladora y que nos llena de esperanza cristiana. En este último domingo de cuaresma es bueno que pensemos hoy que, como para Cristo después de la pasión y muerte vino la resurrección, así será también para nosotros. Esperemos, pues, gozosamente, la Pascua.

2.- Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Este relato del libro del profeta Ezequiel se escribió cuando el pueblo de Israel vivía en el exilio babilónico. El pueblo estaba desesperanzado, temiendo que Dios le hubiera abandonado. Dios, a través del profeta, le dice al pueblo que él, Dios, nunca les abandonará, que aunque ahora estén como huesos secos dentro de un sepulcro, él, Yahvé, les sacará de los sepulcros y les llevará a Israel. Dios mismo les infundirá su espíritu y podrán vivir en su tierra. Es un texto lleno de esperanza y consolador para los israelitas que vivían en el destierro, lejos de su patria. La patria de los cristianos es la Pascua. Por eso, en este último domingo de cuaresma, también nosotros debemos pensar ya en la Pascua. Los sufrimientos y mortificaciones de la cuaresma darán lugar al gozo de la resurrección. Por la cruz llegaremos a la Luz.

3.- Vosotros no estáis en la carne, sino el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pidamos a Dios que estas palabras que san Pablo dice a los cristianos de Roma puedan aplicarse también a cada uno de nosotros. Un cristiano, un discípulo de Cristo, debe ser una persona habitada por el espíritu de Cristo. Vivir habitado por el espíritu de Cristo supone vivir al estilo de Cristo, en pensamientos, palabras y obras. Conseguir esto, aunque es muy difícil, con la gracia de Dios podemos conseguirlo, dentro siempre de nuestras limitaciones, de las limitaciones que nos pone el cuerpo mortal en el que vivimos. Las mortificaciones de cuaresma, y de toda la vida, son precisamente para esto: para purificarnos, para ayudarnos a vencer las tentaciones y limitaciones corporales. La oración, el ayuno y la limosna, son los tres medios específicamente cuaresmales que nos ayudarán a conseguir la purificación del espíritu. ¡Que así sea!

 

Gabriel González del Estal

www.betania.es

 

¿SÁCANOS FUERA, SEÑOR!

1.- Nos encontramos en la recta final de la Cuaresma. Tres sugerentes catequesis bautismales, impresionantes todas ellas, han querido incentivar nuestra fe en estos últimos domingos: la samaritana, el ciego de nacimiento y hoy la resurrección de Lázaro.

Y, en las tres instrucciones, un denominador común: JESÚS como agua, luz y vida para el creyente.

-¿Por qué, si Jesús es vida, nos cuesta tanto transmitir precisamente esa idea sobre la fe?

-¿Por qué, cuando muchas personas se acercan a nuestras celebraciones, tienen la sensación de que –en vez de savia– ahí se respira rutina, excesiva mecanicidad en los gestos o que no estamos en aquello que celebramos?

Hoy, la resurrección de Lázaro, pone las cartas sobre la mesa: ¡Cristo es la resurrección! El motor que nos empuja a un cambio de mentalidad y de actitudes. Sólo por este gran regalo que nos trae Jesús, una resurrección para nunca morir, merece la pena intentar una renovación en el aquí y en el ahora. Situar a Dios justo en el lugar que le corresponde y saber que, el Señor, está por encima de la misma muerte.

2.- Existen muchos agoreros que, desde distintos vértices –creyentes o no– presagian un final desencantador y de difícil solución para el mundo. Pero, Dios, que puede todo como Dios y que tiene un corazón de Padre, nos hace comprender que, con Jesús, la salvación es posible.

De muchos temores nos libra Jesús. A Marta y María, les recuperó del dramatismo y del colapso que les supuso la muerte de su hermano querido. A Lázaro le desembarazó de una muerte injusta y venida por sorpresa. Y, ¿a sus amigos y vecinos? Pues, tal vez, les sacudió de aquel mar de dudas que, tal vez en aquel momento, se hallaban inmersos sobre Jesús.

3.- ¡Pero ojo! El relato de Lázaro tiene un trasfondo que nos debe hacer más reflexivos y llevar a una interiorización: ¡Lázaro! ¡Sal fuera! Y ¿qué hizo Lázaro? Obedecer. El creyente, por si lo hemos olvidado, es alguien que confía en Dios, que se fía de Dios y que obedece al Pastor.

¡Cuántas personas muertas en vida que viven de espaldas a la novedad del Evangelio! Prefieren quedarse en sus sepulcros fletados por el poder, el bienestar o el dinero.

¡Cuántas personas asfixiadas por las vendas de la seducción, de la apariencia o de la incredulidad! Han optado por lo efímero y, cualquier invitación a dejar todo su “modus vivendi” es poco menos que una injerencia o una falta de respeto a su libertad

¡Cuántas personas rodeadas, no por “Martas ni Marías!” (que alertan a despertar a la fe y a la vida ) sino por ambientes hostiles a la fe cuando no indiferentes, apáticos o descaradamente contrarios.

4.- El evangelio de hoy nos interpela a todos: ¿Somos vida como creyentes? ¿La anunciamos? ¿Somos portadores de la Buena Noticia de Jesús? ¿Recurrimos a Jesús para hacerle sabedor de aquellos que, tal vez, han muerto un poco o un todo para la fe? ¿Llamamos a Jesús para que nos socorra y nos reanime –aunque sea eventualmente como lo fue en Lázaro- y luego, a continuación, buscarle, creer en El y seguir sus caminos?

Hoy, con el Evangelio de Lázaro, tenemos que reafirmar nuestra fe en Cristo surtidor de vida eterna.

Hoy, con el Evangelio en mano, hemos de procurar ser más intrépidos para gritar donde haga falta y a quien más veamos que lo necesite: ¡Sal fuera! ¡De tus miserias, de tu cerrazón, de tu tristeza, de tus angustias, de tus pruebas o de tus cruces! ¡Sal fuera! Sólo así, aventurándonos en esa línea valiente y convencida ¡Sal fuera! Podremos llevar a Jesús a tantos hombres y mujeres que, en vida, ha muerto, porque nadie les llevo a tiempo a Jesús fuente de vida. ¿Lo intentamos? De todas maneras, en este quinto domingo de cuaresma, pidamos al Señor: ¡sácanos de la muerte a la vida!

 

Javier Leoz

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