¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 3 de diciembre de 2023
DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO
Del Propio - Morado
Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2-7 / 1 Corintios 1,
3-9
/ Marcos 13, 33-37
Salmo Responsorial Sal 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19
R/. "Restáuranos, Señor del universo"
Santoral:
San Francisco Javier y San Galgano Guidotti
LECTURAS DEL DOMINGO 23 DE DICEMBRE DE 2020
DOMINGO I°
DE ADVIENTO
(Ciclo B)
¡Si rasgaras el cielo y descendieras!
Lectura del libro de Isaías
63, 16b-17. 19b; 64, 2-7
¡Tú, Señor, eres nuestro padre,
«nuestro Redentor» es tu Nombre desde siempre!
¿Por qué, Señor, nos desvías de tus caminos
y endureces nuestros corazones para que dejen de
temerte?
¡Vuelve, por amor a tus servidores
y a las tribus de tu herencia!
¡Si rasgaras el cielo y descendieras,
las montañas se disolverían delante de ti!
Cuando hiciste portentos inesperados,
que nadie había escuchado jamás,
ningún oído oyó, ningún ojo vio
a otro Dios, fuera de ti, que hiciera tales cosas
por los que esperan en Él.
Tú vas al encuentro de los que practican la
justicia
y se acuerdan de tus caminos.
Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado,
desde siempre fuimos rebeldes contra ti.
Nos hemos convertido en una cosa impura,
toda nuestra justicia es como un trapo sucio.
Nos hemos marchitado como el follaje
y nuestras culpas nos arrastran como el viento.
No hay nadie que invoque tu Nombre,
nadie que despierte para aferrarse a ti,
porque Tú nos ocultaste tu rostro
y nos pusiste a merced de nuestras culpas.
Pero Tú, Señor, eres nuestro padre;
nosotros somos la arcilla, y Tú, nuestro alfarero:
¡todos somos la obra de tus manos!
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19
R.
Restáuranos,
Señor del universo.
Escucha, Pastor de Israel,
Tú que tienes el trono sobre los querubines,
reafirma tu poder
y ven a salvarnos.
R.
Vuélvete, Señor de los ejércitos,
observa desde el cielo y mira:
ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu mano,
el retoño que Tú hiciste vigoroso.
R.
Que tu mano sostenga al que está a tu derecha,
al hombre que Tú fortaleciste,
y nunca nos apartaremos de ti:
devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre.
R.
Esperamos la revelación de nuestro Señor
Jesucristo
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
1, 3-9
Hermanos:
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden
de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
No dejo de dar gracias a Dios por ustedes, por la
gracia que Él les ha concedido en Cristo Jesús. En
efecto, ustedes han sido colmados en Él con toda
clase de riquezas, las de la palabra y las del
conocimiento, en la medida que el testimonio de
Cristo se arraigó en ustedes. Por eso, mientras
esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo,
no les falta ningún don de la gracia. Él los
mantendrá firmes hasta el fin, para que sean
irreprochables en el día de la Venida de nuestro
Señor Jesucristo. Porque Dios es fiel, y Él los
llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo,
nuestro Señor.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Estén prevenidos,
porque no saben cuando llegará el dueño de casa
X Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
13, 33-37
Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben
cuándo llegará el momento. Será como un hombre que
se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus
servidores, asigna a cada uno su tarea, y
recomienda al portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo
llegará el dueño de casa: si al atardecer, a
medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No
sea que llegue de improviso y los encuentre
dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos:
¡Estén prevenidos!
Palabra del Señor.
Reflexión
¡VELAD SIEMPRE!
1.- “Tú eres nuestro Padre”. En el texto de
Isaías se describe el peso de la culpa, pero
también se da cabida a la reconciliación. En el
destierro babilónico, el pueblo judío fue
largamente purificado. En el destierro este pueblo
aprendió a creer y a esperar. En el destierro
surgieron magníficos profetas y bellísimas
oraciones. En el destierro encontraron de otro
modo a Dios. En el sufrimiento más intenso, en la
humillación más injusta, pueden nacer los
sentimientos más puros y elevados. Desde el
desvalimiento y la marginación, pueden brotar la
confianza plena, la ternura contagiosa, la
humildad valiente. Son los efectos de las
necesarias purificaciones. Esta oración que hoy
escuchamos es una prueba de cuanto decimos.
Respira en todas sus palabras el perfume de la
humildad y la confianza, y, sobre todo, un amor
filial. El padre bueno sabe bien cómo tratar al
hijo, aunque haya sido rebelde. Suena muy bien la
expresión repetida: “Tú eres nuestro Padre”.
También la de: “Nosotros somos la arcilla, tú el
alfarero”. No nos cansemos de repetir también
nosotros esta petición.
2.- "La gracia y la paz". En la primera
lectura de hoy y en el salmo responsorial se alude
a la "gracia" de parte de Dios cuando se le pide
que "vuelva su rostro" y nos salve. Pablo desea a
los corintios “la gracia y la paz”. Es el saludo
con el que comenzamos la Eucaristía. “ La paz de
Dios" designa la totalidad de los bienes
mesiánicos anunciados por los profetas y la
experiencia de la nueva relación de los hombres
con Dios, a quien le llamamos "Padre nuestro".
Dios es nuestro Padre como autor de nuestras
vidas, pero sobre todo porque nos da la nueva vida
y nos hace hijos suyos en Jesucristo. Dios
responderá con su fidelidad a la nuestra, a la
fidelidad de nuestro testimonio, Dios no nos
fallará porque es verdadero Dios y no un dios
falso, porque es poderoso para cumplir lo que
promete. Para San Agustín todo se lo debemos a la
gracia de Dios: “La razón de nuestra vocación a la
herencia eterna para ser coherederos de Jesucristo
y recibir la adopción de hijos no se funda en
nuestros méritos, sino que es efecto de la gracia
de Dios; esa misma gracia la mencionamos al
comienzo de la oración cuando decimos: Padre
nuestro. Con este nombre se inflama el amor”. (San
Agustín)
3.- Marcos nos llama a la vigilancia. Es el
Señor quien nos la recomienda insistentemente: "Al
atardecer, a medianoche, al canto del gallo, al
amanecer", las cuatro vigilias en que se dividía
la noche. Velad como el vigilante de una obra en
construcción, como el jugador que espera que el
entrenador le ponga a calentar, o el hombre de
negocios la ocasión propicia; como el profeta a la
escucha de cualquier signo, como la esposa que
espera la llegada del amado, como el
guardaespaldas para defender a la persona
encomendada. Necesitamos velar para reconocerlo y
acogerlo. Es lo propio del Adviento. El Señor está
cerca. El Señor viene. Es el tiempo de la
preparación de nuestro interior.
4.- “Mirad, vigilad, Velad”. Son tres
palabras y una misma actitud. Mirar es ver con
detenimiento y profundidad. Mirar es fijar los
ojos con interés y con alguna esperanza. Mirar es
dejarse sorprender. Miremos de verdad a las
personas, a las cosas, a los acontecimientos, a la
vida. La vigilancia es fruto de la fe, de la
esperanza y del amor. Vigilamos cuando esperamos,
vigilamos cuando creemos, vigilamos cuando
confiamos, vigilamos cuando amamos. No dejemos de
velar. Velad, porque Dios es sorprendente. El
viene siempre, pero no sabemos cuándo, cómo y por
dónde. Velad para no dormir, dejando pasar la
ocasión del encuentro. Velad para reconocer y
acoger a Dios, siempre que quiera presentarse.
Velad, pero cumpliendo cada uno su tarea. Velad,
porque la vigilancia es hija de la esperanza.
Velad, porque vivimos en un adviento continuado.
José María Martín OSA
www.betania.es
ADVIENTO LITÚRGICO Y ADVIENTO ESPIRITUAL
1.- Dijo Jesús a sus discípulos: mirad,
vigilad, pues no sabéis el momento. Este
domingo comienza el Adviento litúrgico, que durará
hasta el día de Navidad. El Adviento litúrgico es
el tiempo que la Iglesia quiere que los cristianos
lo dediquemos a prepararnos para conmemorar
dignamente el aniversario de la venida de nuestro
Señor Jesucristo al mundo, acontecimiento que,
como sabemos, ocurrió hace ya dos mil diecisiete
años. El Adviento litúrgico se refiere,
naturalmente, a la preparación litúrgica. El color
morado que usamos en las celebraciones de Adviento
significa preparación y penitencia, porque
queremos llegar a la Navidad con el alma limpia.
También es propia de este tiempo la que llamamos
“corona de Adviento”, que son las cuatro pequeñas
velas de esta corona, que significan la luz de
Cristo que debe alumbrar nuestro camino hasta el
día de Navidad. Tres de estas velas son de color
morado, penitencia, y una de color rosado, alegría
propia del tercer domingo, domingo Gaudete, por la
alegría que nos proporciona la cercanía de la
Navidad. Frente a este Adviento litúrgico está el
Adviento espiritual que a nosotros nos dura toda
la vida, porque toda la vida es tiempo de
preparación para encontrarnos definitivamente con
Cristo, cuando Dios nos llame a su lado. Las
lecturas bíblicas de estos cuatro domingos del
Adviento litúrgico se refieren al Adviento
espiritual, tiempo de preparación para la llegada
del Reino de Dios, de la parusía, tal como lo
entendieron los judíos, durante siglos. El color
propio de este Adviento espiritual sería el color
verde, que significa esperanza. De hecho, el color
verde es el color que usamos en la liturgia
durante todo el tiempo ordinario, porque, como
hemos dicho, toda nuestra vida es preparación y
esperanza en nuestra Pascua definitiva, junto a
Cristo, que ocurrirá después de nuestra muerte.
Nuestro Adviento litúrgico debe ser, también, un
recuerdo del largo Adviento judío, que duró
siglos, esperando al Mesías. Comencemos, pues,
nosotros hoy nuestro corto Adviento litúrgico, sin
olvidar que toda nuestra vida es un Adviento
espiritual en preparación para la muerte. Un
tiempo en el que deben predominar las virtudes de
penitencia interior, lucha contra el pecado, y
esperanza en que la presencia redentora de Cristo
nos salvará, siendo la luz y el camino que nos
guiará hasta nuestro encuentro definitivo con Dios
nuestro Padre. Vigilemos, pues, y oremos durante
todo este tiempo y durante toda nuestra vida para
que, cuando Dios nos llame, nos encuentre bien
preparados, porque no sabemos ni el día, ni la
hora en los que va a ocurrir este encuentro.
2.- Tú eres, Señor, nuestro Padre, nosotros la
arcilla y tú el alfarero; somos todos obra de tu
mano. En este primer domingo de Adviento
podemos y debemos decir, con el profeta Isaías,
que Dios es nos ama y nos gobierna como un padre y
un pastor que aman a sus ovejas y las dirige hacia
fuentes tranquilas. El profeta Isaías es el cantor
de nuestra esperanza en un Dios misericordioso, en
un Dios redentor, en un Dios Padre, en un Dios
alfarero que quiere hacernos dignos hijos suyos.
Pero para que esto pueda ocurrir nosotros debemos
dejarnos hacer y rehacer por Dios, como la arcilla
se deja formar y transformar por las manos del
alfarero. Ninguna preparación mejor que esta
podemos hacer en estos cuatro domingos del tiempo
litúrgico de Adviento. Pidamos a Dios que nos
preparemos para el día de Navidad dejándonos
formar y transformar por las manos misericordiosas
de un Dios que quiere ser nuestro Padre, nuestro
redentor, nuestro pastor supremo y el alfarero de
nuestras vidas.
3.- La gracia y la paz de parte de Dios,
nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, sean con
vosotros. Estas palabras que san Pablo dice en
su carta a los primeros cristianos de Corinto son
palabras que repetimos nosotros muchos días al
comenzar nuestras eucaristías. En este primer
domingo de Adviento es bueno que también nosotros
hoy nos deseemos unos a otros la gracia y la paz
de Dios nuestro Padre y de Jesucristo, el Señor.
Un Adviento vivido, individual y comunitariamente,
en la gracia y en la paz de Dios será siempre un
buen Adviento, porque el que vive en la gracia y
en la paz de Dios vive en el amor de Dios y amando
a los hermanos. Si, como venimos diciendo, el
Adviento es tiempo de penitencia y preparación
para la Navidad, ninguna penitencia mejor para
esto que dejarnos formar y transformar cada día
por las manos misericordiosas de Dios, nuestro
Padre, nuestro Rey y el Buen Pastor de nuestras
almas. Por eso, terminemos repitiendo las palabras
del salmo responsorial, del salmo 79: Señor, Dios
nuestro, restáuranos, que brille tu rostro y nos
salve.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
¡CARGADOS DE ESPERANZA!
¿A dónde vas? Voy buscando esperanza. ¿De dónde
vienes? ¡Vengo cargado de esperanza! ¿Para qué?
Porque, el Señor ha venido, viene y vendrá para
darnos un poco de valor y de coraje. Porque, hoy
más que nunca, la humanidad necesita un mensaje
ilusionante. Así preguntaban y así respondía un
peregrino a su paso por un pueblo.
1.- Iniciamos este tiempo de Adviento y mirando
tanto al interior de las alforjas de nuestra vida
como al exterior de los acontecimientos de mundo,
vemos que la confianza es un bien escaso. ¿En qué
espera el hombre de hoy? ¿Añora algo además de lo
transitorio? ¿Por qué, en vez de sentirse
peregrino –con ganas de saltar del sueño a los
caminos de la vida– se siente vagabundo y sin
metas claras?
Con los ojos puestos en la Navidad, saboreamos
este tiempo de gracia y de vigilancia, de oración
y de silencio. El Adviento es un espacio donde, el
corazón, se dispone, se prepara a la llegada del
Señor. ¿Encontrará respuesta en la Noche Santa de
su Nacimiento? ¿No llamará a nuestra puerta y, una
vez más, nos encontrará rendidos a lo superfluo,
sordos por los ruidos comerciales o confundidos
por aspectos totalmente secundarios a su
advenimiento?
2.- Necesitamos esperanza. Pero, como todo, para
llenarnos de algo…primero tenemos que sentir
necesidad de ello y vaciar o despejar aquellos
lugares que están ocupados o saturados por la
desesperación, el orgullo, la pereza o la falta de
entusiasmo en nuestra fe.
Cuánto miedo y qué inseguridad nos produce la
crisis (económica y moral) que sacude, ya desde
hace años, a toda Europa. Millones de personas
sufren conmocionadas el desempleo, la falta de
horizontes o se sienten obligadas a dejar sus
países de origen en busca de un futuro mejor. ¿Qué
podemos hacer los cristianos?
-Cargarnos de esperanza.
Para que, estos escenarios negros que nos acechan
los sepamos cambiar o superar desde la certeza de
que, el Señor, nos acompaña en ese cometido.
-No bajar la guardia.
En períodos de inclemencia, material o colectiva,
hemos de ser centinelas de una venida anunciada
desde siglos y que, tarde o temprano, se dará:
vendrá el Señor. ¿Por qué ese intento programado
de apartar a Dios de toda esfera social?
-No decaer en nuestro ánimo.
El Adviento, si algo nos trae y tiene, es una
buena dosis de consuelo: el Señor está a la vuelta
de la esquina. Estará a nuestro lado. Compartirá
nuestras penas y nuestros sufrimientos. Se hará
hombre como nosotros.
3.- Reavivemos en estas semanas previas a la
Navidad, las brasas de nuestra fe. Que nuestra
oración, en estos días, sea más intensa y más
confiada. Que, ya desde ahora, lejos de pensar en
el “menú” navideño, reflexionemos un poco más
sobre ese otro “menú” bien distinto que nuestros
corazones y nuestras almas, nuestro equilibrio
personal o nuestra mente necesitan y nos exigen.
Posiblemente, entre lo más importante, lo que más
reclamen será eso: vigilar por dónde vamos.
Esperar a Aquel que más amamos y no encolerizarnos
a pesar de los muchos contratiempos que salen a
nuestro paso.
¡A espabilarse toca! ¡Llega el Señor…y no es bueno
estar dormidos! Como la veleta, que en lo alto de
la torre nos indica de dónde viene el viento,
también la fe nos advierte que…el Señor viene…
llega… ya está aquí.
Javier Leoz
www.betania.es
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