¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo,
4
de
Abril
de
2021
DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN
Hechos 10, 34a. 37-43 / Colosenses 3, 1-4
/ Juan 20, 1-9
Salmo Responsorial, Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23
R/. "Éste es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él "
Santoral:
San Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia
LECTURAS DEL DOMINGO
4
DE
ABRIL DE 2021
DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN
MISA DEL DÍA
Comimos y bebimos con Él, después de su
resurrección
Lectura de los Hechos de los Apóstoles
10, 34a. 37-43
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben
qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por
Galilea, después del bautismo que predicaba Juan:
cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu
Santo, llenándolo de poder. Él pasó haciendo el
bien y sanando a todos los que habían caído en
poder del demonio, porque Dios estaba con El.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el
país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo
mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios
lo resucitó al tercer día y le concedió que se
manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos
elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que
comimos y bebimos con Él, después de su
resurrección.
Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar
que Él fue constituido por Dios Juez de vivos y
muertos. Todos los profetas dan testimonio de Él,
declarando que los que creen en Él reciben el
perdón de los pecados, en virtud de su Nombre».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
117, 1-2.
16-17. 22-23
R.
Éste
es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
R.
La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
R.
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.
R.
Busquen los bienes del cielo, donde está Cristo
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Colosas
3, 1-4
Hermanos:
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen
los bienes del cielo donde Cristo está sentado a
la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto
en las cosas celestiales y no en las de la tierra.
Porque ustedes están muertos, y su vida está desde
ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se
manifieste Cristo, que es la vida de ustedes,
entonces ustedes también aparecerán con Él, llenos
de gloria.
Palabra de Dios.
SECUENCIA
Cristianos,
ofrezcamos al Cordero pascual
nuestro sacrificio de alabanza.
El Cordero ha redimido a las ovejas:
Cristo, el inocente,
reconcilió a los pecadores con el Padre.
La muerte y la vida se enfrentaron
en un duelo admirable:
el Rey de la vida estuvo muerto,
y ahora vive.
Dinos, María Magdalena,
¿qué viste en el camino?
He visto el sepulcro del Cristo viviente
y la gloria del Señor resucitado.
He visto a los ángeles,
testigos del milagro,
he visto el sudario y las vestiduras.
Ha resucitado Cristo, mi esperanza,
y precederá a los discípulos en Galilea.
Sabemos que Cristo resucitó realmente;
Tú, Rey victorioso,
ten piedad de nosotros.
EVANGELIO
Él debía resucitar
de entre los muertos
a
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
20, 1-9
El primer día de la semana, de madrugada, cuando
todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al
sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro
discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se
han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos
dónde lo han puesto».
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron
al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro
discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó
antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en
el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón
Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio
las vendas en el suelo, y también el sudario que
había cubierto su cabeza; este no estaba con las
vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego
entró el otro discípulo, que había llegado
antes al sepulcro: El también vio y creyó. Todavía
no habían comprendido que, según la Escritura, Él
debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Reflexión
CRISTO HA SALIDO VICTORIOSO DE LA MUERTE
“Éste es el día en que actuó el Señor, sea nuestra
alegría y nuestro gozo”. Éste es el primer día de
la semana, es el día de la nueva creación. Lo
antiguo ha pasado, comienza una nueva vida.
Cristo ha resucitado, ha salido victorioso de la
muerte.
Celebremos con gozo la fiesta de la Pascua.
1.
La tumba vacía.
Aquél primer día de la semana, María Magdalena fue
al sepulcro esperando ver un cadáver, el cuerpo
sin vida de su Señor. También Pedro y Juan
corrieron al sepulcro para ver aquello que
contaban las mujeres. Donde esperaban ver un
cuerpo sin vida han encontrado un sepulcro vacío.
La vida ha vencido a la muerte. Cristo ya no está
entre los muertos, ha resucitado y está vivo y
presente en medio de nosotros. La tumba vacía es
signo de la Resurrección. Pedro, es el primero en
entrar en el sepulcro. Aunque Juan había llegado
primero, sin embargo, deja la primacía a Pedro, el
primero de los apóstoles. Pedro entra en el
sepulcro y ve todo como lo habían dicho las
mujeres: las vendas por el suelo y el sudario
enrollado en un sitio aparte. Pero sólo se queda
con el signo: el cuerpo de Jesús no está aquí.
Después entra Juan, el discípulo amado, el que
había recostado su cabeza sobre el pecho de Jesús
en la Última Cena, el único de los apóstoles que
había permanecido con las mujeres junto a la cruz
de Jesús. Y éste, al entrar y ver el sepulcro
vacío, creyó. Sólo el que ha vivido en la
intimidad de Jesús, el amado, el que ha
permanecido junto a la cruz de Jesús y ha
contemplado el amor de Dios manifestado en el
Crucificado, es el que es capaz de ver y creer. La
resurrección es un hecho cierto, verdadero, pero
que sólo se puede creer desde el amor.
2.
Una vida nueva.
La Resurrección nos trae una vida nueva. Ya no
vivimos bajo la antigua ley, sino que Cristo nos
ha dado una ley nueva, la ley del amor. La vida
nueva que nace de la resurrección es la vida del
amor verdadero. Nosotros participamos de esta vida
nueva por medio del Bautismo. La fuente que anoche
bendecíamos en la solemne Vigilia Pascual es el
surtidor de un agua viva que renueva la tierra.
Pues, si hemos renacido de nuevo por la
resurrección de Cristo, vivamos entonces como
hombres nuevos. Ya que hemos resucitado con Él,
abandonemos nuestra vida mundana y busquemos los
bienes de allá arriba, donde está Cristo. El mundo
nuevo ha comenzado hoy con la Resurrección. Un
reino de luz y de vida, como hemos rezado en la
oración colecta de la misa de hoy.
3.
Somos testigos de la Resurrección.
Pero esta alegría pascual, esta vida nueva que
nace de la Resurrección de Cristo, no es algo que
nos podemos quedar para nosotros mismos. Hemos de
compartir la luz de la Pascua con todos los
hombres. El mundo necesita la luz de Cristo,
necesita la alegría de la Resurrección, necesita
una vida nueva. Sólo Cristo nos puede dar esta
nueva vida de la que el mundo está sediento. Por
ello, al celebrar hoy la fiesta de la Pascua, nos
convertimos cada uno de nosotros en apóstoles, en
testigos de la Resurrección de Cristo. Como Pedro,
también nosotros hemos comido y bebido con Cristo.
Cada día, en la Eucaristía, compartimos su cuerpo
y su sangre, pan de vida y bebida de salvación.
Como Pedro, también nosotros estamos llamados a
salir sin miedo para anunciar al mundo entero la
nueva gozosa de la Resurrección. Somos testigos de
la vida, no sólo con palabras, sino también, y
sobre todo, con nuestras obras. Las obras de los
cristianos, nuestras obras, han de ser luz en
medio de la oscuridad. Seamos valientes, pues
tenemos la fuerza de la vida, el don del Bautismo.
El mundo tiene derecho a alegrarse por la
Resurrección y nosotros somos sus misioneros.
La Pascua, la fiesta más grande de los cristianos, no termina
este día. La Iglesia seguirá durante ocho días, la
octava de Pascua, celebrando esta fiesta como si
de un mismo día se tratase. Y después
continuaremos celebrando la Pascua durante la
cincuentena pascual, hasta la solemnidad de
Pentecostés. Que María, la Reina del Cielo como la
aclamamos en el cántico pascual del Regina Coeli,
nos acompañe en este camino de alegría pascual.
Que ella, que vivió con los apóstoles la alegría
de la Resurrección y esperó con ellos la venida
del Espíritu Santo, renueve nuestras fuerzas y nos
conceda la esperanza de la vida nueva que hoy ha
comenzado. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
Francisco Javier Colomina Campos
www.betania.es
LOS CRISTIANOS DEBEMOS VIVIR COMO PERSONAS
RESUCITADAS
1.-
La fe en la
Resurrección de Jesucristo es un dogma cristiano,
un dogma fundamental porque es el dogma en el que
se fundamentan, según pensaban san Pablo, San
Agustín y todos los teólogos cristianos, todas las
enseñanzas cristianas.
Ninguno de los discípulos y
seguidores de Jesús fue testigo directo del
momento de la resurrección. Las dos razones
principales que aducían los apóstoles para
fundamentar su fe en la Resurrección de Jesús eran
la comprobación del sepulcro vacío y las
apariciones del Resucitado a algunas de las
personas que más le amaron mientras el Resucitado
vivió aquí en la tierra. Ninguna de estas dos
razones puede demostrar científicamente nuestra fe
en la Resurrección, de acuerdo con las exigencias
de la historia y de la ciencia empírica actual.
Por eso, nuestra fe en la Resurrección es un dogma
de fe, una verdad revelada, no una verdad empírica
y científicamente demostrable.
2.-
Pero lo más importante para nosotros no es el cómo
de la Resurrección de Jesucristo, y de nuestra
propia resurrección; lo realmente importante es
que nosotros hagamos de nuestra fe en la
resurrección una experiencia vital que nos impulse
a vivir como personas resucitadas, en comunión
espiritual con el Resucitado.
La fe en la resurrección ha sido, de hecho, para
muchas personas, una fuerza interior profunda que
les ayudó a soportar grandes dificultades y hasta
el propio martirio. San Ignacio de Antioquia, a
principios del siglo II, les escribía a sus fieles
cristianos, cuando iba camino del martirio, que
deseaba ser triturado por los dientes de las
fieras, para poder así ofrecerse a Cristo, como
pan triturado e inmolado, y unirse definitivamente
con el Resucitado. Este mismo sentimiento
experimentaron, sin duda, algunos de los apóstoles
y discípulos de Cristo, cuando caminaban hacia el
martirio. La fe en la resurrección fue para ellos,
y debe ser para todos nosotros, una fuerza mayor
que el miedo a la muerte. Fue su fe en la
resurrección la que les convirtió en testigos
valientes y en mártires cristianos.
3.-
Muchas de las
realidades de este mundo nos parecerían
inexplicables, si suprimimos nuestra fe en la
resurrección.
Vivimos en un mundo en el que la injusticia y la
mentira triunfan y campan por doquier. Los justos
no tienen, en este mundo, mejor suerte que los
injustos. Es, de una manera especial, nuestra fe
en la resurrección la que nos dice que merece la
pena seguir intentando ser justos, aunque por esto
tengamos que sufrir, en este mundo, penas y hasta
el mismo martirio. Dios nos resucitará, como
resucitó a Jesús, en nuestro último día, y nos
juzgará según nuestras obras y su infinita
misericordia. Nuestra fe y nuestra esperanza en la
resurrección pueden y deben iluminar nuestro
difícil caminar aquí en la tierra.
4.-
El genial músico
Mozart decía, en una carta a su padre, que su fe
en la resurrección le había quitado el miedo a la
muerte: “Por eso, hace años que he entablado una
amistad tan profunda con esa verdadera y excelente
amiga, que es la muerte… Todo lo contrario: me es
reconfortante y consoladora”.
Y nuestro recordado y querido José Luís Martín
Descalzo escribió en su libro “Testamento del
pájaro solitario”: Morir sólo es morir. Morir se
acaba… Morir… es encontrar lo que tanto se
buscaba.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
INVITADOS A VIVIR UNA NUEVA VIDA
1- ¡Feliz Pascua!
Estamos ya en el esplendor del gran Día de la
Resurrección de Cristo. ¡Ha resucitado Cristo, el
Señor! A pesar de la situación de pecado y muerte
que existen en el mundo, hoy la Iglesia unida a su
Señor proclama dichosa el gran misterio de la
vuelta de Jesús a la vida, pero ahora
indestructible y absolutamente gozosa. Dejémonos
inundar por la gracia de este hecho que nos llena
de esperanza segura y eficaz con la fe cristiana
que hemos recibido en nuestro bautismo. La
Resurrección de Jesús es la celebración cumbre y
central de todo el Año Litúrgico que se renueva
cada domingo. Es la verdad nuclear de nuestro
cristianismo, como fundamento, contenido y raíz de
nuestra fe, esperanza y caridad. Es el momento
cumbre de la vida de Jesucristo y del plan de Dios
Padre para salvar a los hombres muertos por el
pecado.
2.-
Vida nueva. La
Carta a los Colosenses nos anima a buscar los
bienes de arriba, junto a Cristo. Recibimos la
semilla y el comienzo de una vida totalmente nueva
para todos los que creemos en Él, incorporados a
la Iglesia que vive de esta luz vivificante de su
Resurrección. Cristo resucitó de entre los muertos
y es el primero de todos los que por la fe
habremos de resucitar con Él. La Resurrección de
Cristo es pues el misterio central de nuestra fe,
aunque de ninguna manera puede ser constatado por
las ciencias de manera directa, pues es un hecho
totalmente inédito y trascendente que está más
allá del espacio y del tiempo, camino abierto
hacia la eternidad que únicamente se conquista por
la fe y con la luz de la ciencia humana sujeta a
esta fe trascendente y misteriosa.
3.-
Testigos de la
vida. Por el
bautismo hemos quedado injertados en la muerte y
resurrección de Cristo. La fuerza y gracia de este
maravilloso acontecer en la existencia de los
cristianos puede y debe traducirse de múltiples
maneras en la vida cotidiana. Resucitar es tarea y
meta de cada día. Nuestra peregrinación por el
mundo es conquistar en cada momento el estado de
“resucitados” cumpliendo en todo momento la
voluntad de Dios. Hacer oración constante es
resucitar en la comunión con Dios. Las obras de
misericordia que practiquemos con nuestros
hermanos, especialmente los más débiles y
desamparados… son formas de resucitar. Cuando
pedimos perdón o lo otorgamos a quienes nos han
ofendido…es resucitar. Ser diligentes y
comprometidos en nuestras responsabilidades de
estado y cada día, también son formas de
resucitar. Cuando nos privamos de algún gusto, una
comodidad, un tiempo libre que dedicamos a otros,
estamos resucitando. Aceptar con paciencia, amor y
generosa entrega nuestras enfermedades, pruebas y
desamparos, son facetas de nuestra misteriosa
resurrección. Demos testimonio de nuestra
experiencia como lo hizo Magdalena con Pedro y
Juan y como hicieron ellos con todos: vieron,
creyeron y testimoniaron que Cristo estaba vivo.
José María Martín OSA
www.betania.es
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