¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 14 de Abril de 2024
DOMINGO 3º DE PASCUA
Hechos 3, 13-15. 17-19 / 1 Juan 2, 1-5a
/ Lucas 24, 35-48
Salmo Responsorial, Sal 4, 2. 4. 7. 9
R/. "Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro"
Santoral:
Nuestra Señora del Valle,
Santa Lidia o Liduvina
LECTURAS DEL DOMINGO 14 DE ABRIL DE 2024
DOMINGO 3º DE PASCUA
Ustedes mataron al autor de la vida,
pero Dios lo resucitó de entre los muertos
Lectura de los Hechos de los Apóstoles
3, 13-15. 17-19
En aquellos Días, Pedro dijo al pueblo:
«El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su
servidor Jesús, a quienes ustedes entregaron,
renegando de Él delante de Pilato, cuando éste
había resuelto ponerlo en libertad. Ustedes
renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como
una gracia la liberación de un homicida, mataron
al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de
entre los muertos, de lo cual nosotros somos
testigos.
Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron
por ignorancia, lo mismo que sus jefes. Pero así,
dios cumplió lo que había anunciado por medio de
todos los profetas: que su Mesías debía padecer.
Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse,
para que sus pecados sean perdonados».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 4, 2. 4. 7. 9
R.
Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro.
Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor ,
Tú, que en la angustia me diste un desahogo:
ten piedad de mí
y escucha mi oración.
R.
Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo:
Él me escucha siempre que lo invoco.
Hay muchos que preguntan: «¿Quién nos mostrará la
felicidad,
si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de
nosotros?»
R.
Me acuesto en paz
y en seguida me duermo,
porque sólo Tú, Señor,
aseguras mi descanso.
R.
Él es la Víctima propiciatoria por nuestros
pecados
y por los del mundo entero.
Lectura de la primera carta de san Juan
2, 1-5a
Hijos míos,
les he escrito estas cosas para que no pequen.
Pero si alguno peca,
tenemos un defensor ante el Padre:
Jesucristo, el Justo.
Él es la Víctima propiciatoria por nuestros
pecados
y no sólo por los nuestros,
sino también por los del mundo entero.
La señal de que lo conocemos,
es que cumplimos sus mandamientos.
El que dice:
«Yo lo conozco»,
y no cumple sus mandamientos,
es un mentiroso,
y la verdad no está en él.
Pero en aquél que cumple su palabra,
el amor de Dios
ha llegado verdaderamente a su plenitud.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
El Mesías debía sufrir,
y resucitar de entre los muertos al tercer día
X
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
24, 35-48
Los discípulos, que retornaron de Emaús a
Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el
camino y cómo lo habían reconocido al partir el
pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se
apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz
esté con ustedes».
Atónitos y llenos de temor, creían ver un
espíritu, pero Jesús les preguntó: «¿Porqué están
turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis
manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean.
Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que
Yo tengo».
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los
discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús
les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer? »
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; Él
lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: «Cuando todavía estaba con
ustedes, Yo les decía: Es necesario que se cumpla
todo lo que está escrito de mí en la Ley de
Moisés, en los Profetas y en los Salmos».
Entonces les abrió la inteligencia para que
pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así
estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar
de entre los muertos al tercer día, y comenzando
por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a
todas las naciones la conversión para el perdón de
los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto».
Palabra del Señor.
Reflexión
TESTIGOS DE JESÚS, CUMPLIENDO SUS MANDAMIENTOS
1.-
Así estaba
escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre
los muertos al tercer día, y en su nombre se
predicará la conversión y el perdón de los pecados
a todos los pueblos. Vosotros sois testigos de
esto. Cuando
los dos discípulos de Emaús vuelven a donde
estaban reunidos los demás discípulos, les cuentan
entusiasmados lo que les había pasado por el
camino. Y, cuando estaban hablando de estas cosas,
se les aparece Jesús en medio de ellos. Jesús se
les aparece como persona humana, es decir, en
cuerpo y alma. Los judíos siempre entendían a la
persona humana como una unidad de cuerpo y alma,
antes y después de la muerte. El concepto de alma
que se separa del cuerpo después de morir es un
concepto griego. Por eso, Jesús, después de
resucitado, intenta demostrar aquí a sus
discípulos que está totalmente vivo y para
convencerles les pide que le den algo de comer: no
es un fantasma, es una persona humana viva.
Después de esta aparición, los discípulos se
convierten en personas distintas, en testigos
valientes de la resurrección de Jesús. Y este es
el mensaje principal del evangelio de este tercer
domingo de Pascua: que debemos ser testigos
valientes de la resurrección de Jesús. Todos
nosotros conocemos la frase de Pablo VI, cuando
dijo que el hombre contemporáneo prefiere a los
testigos, antes que a los maestros. Hoy día, sobre
todo, no podemos fiarnos simplemente de las
palabras de los políticos, de los comerciantes y
medios de comunicación, puesto que frecuentemente
son palabras diversas y contradictorias, aunque
estén hablando de un mismo tema. Algo parecido
puede pasarnos cuando escuchamos o leemos a los
medios de comunicación religiosa. En concreto,
podremos comprobar esto si leemos diversos libros
o artículos que hablen sobre la resurrección de
Jesús. Y mucho menos, si escuchamos a catequistas
o predicadores hablar maravillosamente de Jesús
resucitado, pero luego vemos que en su vida diaria
no son consecuentes para nada con lo que dicen. El
mandamiento de Jesús es que nos amemos los unos a
los otros como él nos amó. De poco valdrá que
expliquemos maravillosamente este mandamiento, si
después nosotros no lo cumplimos, es decir, si en
nuestra vida no somos testigos de lo que decimos.
Hagamos, pues, hoy, nosotros este propósito, como
discípulos de Jesús: predicar la conversión y el
perdón de los pecados a todos los pueblos,
demostrando en nuestra vida que nosotros somos
personas convertidas y cristianamente
perdonadoras.
2.-
Matasteis al
autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre
los muertos…, sé que lo hicisteis por ignorancia…
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se
borren vuestros pecados.
Seguramente que tenía razón
Pedro cuando decía que muchos judíos que gritaron
pidiendo la muerte de Cristo, seguramente que lo
habían hecho por ignorancia. Muchos sacerdotes,
muchos fariseos, los sumos sacerdotes, escribas y
doctores de la Ley y muchas autoridades judías
creían sinceramente que Jesús iba, con algunos de
sus actos, contra la Ley de Moisés. Por eso, lo
que les propone Pedro es que se arrepientan y se
conviertan. También nosotros hacemos más de una
vez algo malo por ignorancia. Lo importante para
cualquier cristiano es vivir en un continuo examen
de conciencia, sabiendo arrepentirse y corregirse
cada vez que nos damos cuenta de que hemos hecho
algo mal. Lo peor es el empecinamiento en el mal.
Si somos humildes y sabemos reconocer nuestros
errores y corregirlos estaremos siempre en el buen
camino, en el camino de la salvación.
3.-
En esto sabemos
que conocemos a Jesucristo: en que guardamos sus
mandamientos.
Quien dice: “yo le conozco” y no guarda sus
mandamientos, es un mentiroso. El mandamiento
nuevo de Jesús es muy claro para los cristianos:
“amaos unos a otros como yo os he amado”.
Examinémonos en este mandamiento y si lo cumplimos
podremos decir que conocemos a Jesús; si no, no.
En este caso, no son las simples palabras, o la
expresión de bellas ideas cristianas, sino que es
la acción cristiana la que nos hace ser verdaderos
conocedores de Jesús. Seguramente, que, a lo largo
de la historia cristiana, han conocido a Jesús
mejor los místicos que los teólogos. Unamos en
nuestra vida las dos cosas: oración y
contemplación cristiana con una verdadera vida
cristiana. La contemplación y la acción cristianas
deben caminar siempre juntas; divorciadas no
forman un verdadero matrimonio cristiano.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
SE NECESITAN TESTIGOS
1.-
Dios lo resucitó
de entre los muertos.
Pedro, tras la curación del tullido en la Puerta
Hermosa del Templo pronuncia este segundo
discurso. Tras la admiración que ha provocado el
milagro, proclama la resurrección de Jesús y su
papel en la salvación de los hombres. Los que
reciben con asombro este signo de curación son
invitados por la palabra de Pedro a descubrir su
sentido. No basta con saber para salir de la
ignorancia. Ellos, por ignorancia, mataron al
autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre
los muertos. Ahora ya lo saben, pero no basta con
descubrirlo, es necesario cambiar de actitud para
salir de la ignorancia: " arrepentíos y
convertíos". Aceptar que el paralítico ha sido
curado en nombre de Jesús es aceptar que el
resucitado es el Dios de la vida, actúa en la vida
y transforma nuestra experiencia por el perdón que
sigue al arrepentimiento. A pesar del mal y de la
muerte, la vida sigue siendo posible por Cristo
resucitado. El discurso de Pedro señala dos ideas
fundamentales:
--Jesús, el siervo de Dios crucificado, es autor y dador de vida, el origen y el que nos guía hasta
ella porque venció a la muerte con su
resurrección.
-- El milagro ha sido realizado
porque el enfermo tenía fe en el "nombre de
Jesús". La fe es una condición indispensable para
gozar de la vida en plenitud.
2.-
Testigos de la
resurrección.
El evangelio de San Lucas de este domingo es la
continuación de la aparición a los discípulos de
Emaús. Ellos le reconocieron y volvieron a
Jerusalén a contárselo a todos. Reconocieron que
"era verdad, ha resucitado el Señor y se ha
aparecido a Simón". Pedro fue de los primeros en
reconocer al Señor resucitado después de las
mujeres que fueron al sepulcro. Hay dos cosas que
nos llaman la atención:
-- No basta con que alguien hable de la
resurrección, sino que es necesario tener experiencia del resucitado.
Esta experiencia es personal e intransferible,
poco a poco la van teniendo los discípulos. Cuando
recibieron a los dos de Emaús estaban comentando
lo que les había sucedido por el camino y cómo lo
habían reconocido al partir el pan. Pero ahora
Jesús toma de nuevo la iniciativa y se hace
presente en medio de los discípulos. La
insistencia en que le palpen las manos y los pies
es porque quiere demostrarles que Él es el mismo
que murió en la cruz. Muerte y resurrección van
unidas. Se cumplen así las Escrituras: el Mesías
padecerá, pero resucitará al tercer día.
Comprendemos que dice al tercer día porque para
los judíos uno no estaba definitivamente muerto
hasta que pasaban tres días del óbito. Así se
aseguraban totalmente de que no enterraban a un
ser vivo. Sólo entonces procedían a encerrarle
definitivamente en el sepulcro.
--Jesús les pide a los discípulos,
también a nosotros, que sean testigos de la
resurrección, que anuncien la conversión y el
perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén.
Testigo es aquél que no sólo ha visto o ha oído,
sino que sobre todo ha experimentado algo que ha
transformado su vida. Entonces no le queda más
remedio que comunicarlo a todos. Podemos
preguntarnos: ¿Cómo puedo ser testigo aquí y ahora
de la experiencia de Cristo resucitado?
En nuestro tiempo se necesitan testigos antes que maestros. La
experiencia de fe no se transmite de memoria o por
lo que hemos aprendido en los libros, sólo nuestro
testimonio será creíble si lo que decimos lo hemos
experimentado antes en nuestra vida. Es un mandato
del Señor resucitado dar testimonio de nuestra fe.
José María Martín OSA
www.betania.es
NO CUNDA EL DESENCANTO
Como los de Emaús, cierta parte de nuestra
sociedad se encuentra agobiada y hastiada. Hay
muchas esperanzas, sobre todo las superficiales,
que hicieron aguas. Y, esa decepción, se ha
convertido en duda sistemática de todo y, sobre
todo.
1.- Los discípulos de Emaús estaban un poco de aquella manera; se
encontraban desconcertados y cabizbajos. Vuelven
desazonados y sin muchas perspectivas de una
experiencia idílica con Jesús hacia una “nada” que
les hace sentir su fragilidad, orfandad y
desesperanza.
2. ¿Dónde está el Señor? ¿Ya le dejamos avanzar y transitar a
nuestro lado? ¿No estaremos dibujando un mundo a
nuestra medida sin trazo alguno de su
resurrección? ¿Se dirige nuestro mundo hacia un
bienestar permanente y duradero o sólo a corto
plazo? Son interrogantes que surgen constantemente
como fruto de la desazón de los discípulos del
Emaús de nuestros días: regresamos decepcionados
de muchos panoramas que se nos presentan en
nuestra vida corriente como fantásticos…y resultan
que eran ruinosos.
3. Necesitamos volver hacia el encuentro con el Señor. No para
que nos resuelva de un plumazo nuestras peticiones
o inquietudes. En principio es necesario regresar
de la desesperanza. Cristo salió fiador por
nosotros, por nuestra salvación, por nuestra
felicidad eterna y seguimos huyendo cabizbajos
concluyendo que, el Señor, se ha desentendido de
nosotros. Que, el Señor, tal vez murió y nunca
resucitó. ¿Tal vez somos esos murciélagos
habituados a la oscuridad –como señalaba
recientemente el Papa Francisco– huyendo de la
luz?
Que seamos capaces de reconocer al Señor allá
donde nos encontremos. No esperemos signos
extraordinarios. Nada y todo nos habla de Dios.
Todo y nada nos muestra al Señor. No es juego de
palabras y sí pura verdad: sólo quien vive con la
percepción de que el Señor nos acompaña es capaza
de vivirlo intensamente.
¡Feliz Pascua!
¡Estamos en Pascua!
Javier Leoz
www.betania.es
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