¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

Domingo, 15 de enero de 2023

DOMINGO 2° DURANTE EL AÑO

Del propio - Verde

Isaías 49, 3-6 / 1 Corintios 1, 1-3

/ Juan 1, 29-34
Salmo Responsorial, Sal 39, 2. 4ab. 7-10

R/. "El Señor bendice a su pueblo con la paz"

 

Santoral:

San Alejandro el Acemeta, San Mauro,

San Pablo de Tebas y San Remigio

 

 

LECTURAS DEL DOMINGO 15 DE ENERO DE 2023

  

DOMINGO 2º DURANTE EL AÑO

 

 

 Yo te destino a ser la luz de las naciones

 

Lectura del libro de Isaías

49, 3-6

 

El Señor me dijo:

«Tú eres mi Servidor, Israel,

por ti Yo me glorificaré».

Pero yo dije: «En vano me fatigué,

para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza».

Sin embargo, mi derecho está junto al Señor

y mi retribución, junto a mi Dios.

Y ahora, habla el Señor,

el que me formó desde el vientre materno

para que Yo sea su Servidor,

para hacer que Jacob vuelva a Él

y se le reúna Israel.

Yo soy valioso a los ojos del Señor

y mi Dios ha sido mi fortaleza.

Él dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor

para restaurar a las tribus de Jacob

y hacer volver a los sobrevivientes de Israel;

Yo te destino a ser la luz de las naciones,

para que llegue mi salvación

hasta los confines de la tierra».

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    39, 2. 4ab. 7-10

 

R.    Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

 

Esperé confiadamente en el Señor:

Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.

Puso en mi boca un canto nuevo,

un himno a nuestro Dios.  R.

 

Tú no quisiste víctima ni oblación;

pero me diste un oído atento;

no pediste holocaustos ni sacrificios,

entonces dije: «Aquí estoy».  R.

 

«En el libro de la Ley está escrito

lo que tengo que hacer:

yo amo, Dios mío, tu voluntad,

y tu ley está en mi corazón».  R.

 

Proclamé gozosamente tu justicia

en la gran asamblea;

no, no mantuve cerrados mis labios,

Tú lo sabes, Señor.  R.

 

 

 

Llegue a ustedes la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre,

y del Señor Jesucristo

 

 

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto

1, 1-3

 

Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquéllos que en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro.

Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

 

Palabra de Dios.

 

 

 

EVANGELIO

 

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo

 

X   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Juan

1, 29-34

 

Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A El me refería, cuando dije:

Después de mí viene un hombre que me precede,

porque existía antes que yo.

Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que Él fuera manifestado a Israel».

Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre Él, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo".

Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios».

 

Palabra del Señor.

Reflexión

 

LO DISTINTIVO Y SIGNIFICATIVO DE JESÚS NO FUE CUERPO, SINO SU ESPÍRITU

1.- Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. Es algo evidente: si de Cristo se nos dice que adoptó una forma plenamente humana, como un hombre cualquiera, pasando por uno de tantos, es porque, corporalmente, fue en todo semejante a cualquiera de nosotros, menos en el pecado. Lo distintivo y significativo de Jesús de Nazaret no fue tanto lo que hizo y dijo, sino el Espíritu con el hizo lo que hizo y dijo lo que dijo. Tener muchos conocimientos sobre lo que Jesús hizo y dijo es ser un buen Jesusólogo, en cambio, saber mucho sobre el Espíritu con el que Jesús hizo lo que hizo y dijo lo que dijo es ser un buen Neumatólogo. La sociedad cristiana necesita más buenos Neumatólogos, que buenos Jesusúlogos. Y, por supuesto, los cristianos, en general, lo que necesitamos es hacer lo que hacemos y decir lo que decimos con el espíritu con el que actuó y hablo Cristo. Por supuesto, que a una persona se la conoce por lo que hace y dice, pero no sabremos toda la verdad sobre una persona hasta que no sepamos por qué y con qué espíritu hizo lo que hizo y dijo lo que dijo. Con una mala intención, con un mal espíritu, se pueden hacer obras muy buenas. Una misma acción se puede hacer por motivos puramente egoístas, o por motivos altruistas. En nuestras catequesis actuales a los niños y, con mayor razón, a personas mayores, no debemos insistir tanto en detalles históricos sobre lo que Jesús hizo y dijo, porque eso dependió en gran parte del tiempo en el que lo hizo y dijo, y eso no es imitable para nosotros, en cambio debemos hablar más del Espíritu con el que hizo lo que hizo y dijo lo dijo, porque sí podemos en gran parte tratar de imitarlo. Debemos procurar que la vida y el Evangelio de Jesús puedan ser entendidos por la sociedad en la que nosotros vivimos. Las circunstancias de tiempo y lugar son fundamentales para entender lo que una persona hizo, o dijo. Estas circunstancias cambian, lo que no cambia para entender a una persona es entender su espíritu

2.- Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. Estas palabras del profeta Isaías se refieren al siervo de Yahvé. Son muchos los comentaristas que piensan que el Siervo de Yahvé se refería al verdadero pueblo de Israel, aunque nosotros, los cristianos, siempre hemos visto prefigurado en el siervo de Yahvé a Jesús de Nazaret, a nuestro Mesías. Pues bien, el Mesías debe ser para todos nosotros la luz principal que guíe nuestro caminar en este mundo. Es decir, que Jesús debe ser nuestro camino para llegar al Padre, Dios, y la Luz que nos ilumine durante el camino. Esto, en nuestra sociedad no es algo fácil, ya que los valores que se viven en la sociedad actual son valores económicos, o políticos, o deportivos, pero casi nunca religiosos. Hacer que sea el Espíritu de Jesús el que guíe nuestro caminar nos exigirá vivir en muchos momentos en contra de los valores que actualmente se predican y de los que se habla constantemente. Por eso, los cristianos tenemos que acostumbrarnos a vivir hoy en minoría respecto a la mayoría de los ciudadanos. Respetando siempre a los demás, pero no aceptando todo lo que dicen y de lo que hablan constantemente. Que el Espíritu de Jesús sea nuestra verdadera luz, la luz que nos guíe a nosotros y la luz con la que nosotros intentemos guiar a los demás.

3.- La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con vosotros. Estas palabras que san Pablo dirige a la primera comunidad cristiana de Corinto, son muy apropiadas para que las dirijamos hoy nosotros a todas las personas de nuestra comunidad cristiana. La gracia de Dios y la paz de Dios son de verdad lo que más nos hace falta hoy a todas las personas del mundo. Una gracia y una paz que son fraternidad, ejemplaridad, amor incondicional a todos. Aquí, desde Betania, queremos esta gracia y esta paz para todos los habitantes del mundo y, especialmente, para todos aquellos que se acerquen hasta nosotros de la manera que consideren más oportuna.

 

Gabriel González del Estal

www.betania.es

 

EL ES EL QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO

1.- Vocación y misión. En el segundo canto del "Siervo de Yahvé" es él mismo quien toma la palabra y define su misión: “ser luz de las naciones para que la salvación de Dios llegue hasta el confín de la tierra”. Todo hombre tiene una vocación y una misión, que nace de la llamada que recibe de Dios. Pablo descubre su vocación y su misión, Juan también es consciente de cuál es su misión y la asume. Jesús, el auténtico "siervo de Yahvé", será presentado por Juan para llevar a cabo la misión que el Padre le encomienda: “es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Jesús carga con los pecados de sus hermanos, los hombres y se ofrece, aunque es inocente, para expiar por ellos. Él es quien restablece la relación del hombre con Dios, haciendo que el hombre y la mujer se reconozcan de nuevo como hijos suyos. Vocación y misión, ¿te has preguntado cuál es la tuya?

2.- Hacen falta testigos vivos del Evangelio. Reiniciamos de nuevo el año litúrgico con un evangelio que está en continuidad con la última fiesta del Bautismo de Jesús. Aparece Juan Bautista dando testimonio del Señor y señalándolo como el Mesías de Dios, como el Predilecto del Padre. Para el evangelio, la fe es ante todo experiencia viva y testimonio de esa experiencia, antes que doctrina o que dogmas o ritos o moral. Juan Bautista insiste en que él ha visto al Mesías y que de eso da fe. Desgraciadamente, muchos cristianos no han hecho esa experiencia de Cristo, no han “visto” al Señor, y sin “ver” es muy difícil hablar ni convencer a nadie. La crisis religiosa que vivimos hoy tiene mucho que ver con esta falta de “testigos” vivos del Evangelio. Y por eso, entre otros muchos factores, mucha gente ha dejado de creer en la Iglesia. Hay muchos cristianos bautizados, pero muy pocos convencidos y convertidos, muy pocos que hayan tenido experiencia de Jesucristo. Más que nunca hoy necesitamos ser “testigos” de Cristo, contagiar el amor que ha transformado nuestras vidas. Es fundamental formar comunidades cristianas acogedoras donde sea posible vivir experiencias profundas de oración, de meditación de la Palabra de Dios, que estén cerca de los pobres, que vivan de verdad la Eucaristía. Que puedan decir de nosotros: he ahí un cristiano al que se le nota que Cristo está en su vida, porque irradia su amor, su paz, su alegría, su bondad.

3.- Jesús es quien quita el pecado del mundo. No habla el evangelio de hoy del pecado de cada ser humano sino del pecado del mundo. Jesús, figura de “el siervo” en la primera lectura, se hace “luz de las naciones” para que la salvación que Él trae y que Él mismo es, llegue a todos los rincones de la tierra. Al quitar el pecado del mundo nos libera de la fuerza de la fatalidad, desdramatiza la historia humana. ¿Qué es este pecado del mundo? Este pecado justifica estructuras que hacen perdurable y eficaz la realidad del mal. En el mundo hay una realidad que llamamos mal y que va más allá de lo que cada uno de nosotros hacemos. Sin embargo, es el resultado del egoísmo humano y de la ausencia de fraternidad. Pero el cristianismo dice que el mal no forma parte ni del proyecto creador, ni del ser de las cosas, ni de una especie de fatalidad con la que hubiera que pactar. Que Jesús sea quien quita el pecado del mundo quiere decir que nunca hay nada definitivamente perdido… que todo puede ser salvado, que tiene sentido nuestro esfuerzo por recuperarnos, por responsabilizarnos ante la acción del mal que daña al inocente. Este es el regalo de Jesús, su misión. Alguien espera, necesita que también sea la nuestra.

 

José María Martín OSA

www.betania.es

 

PARA SER CONOCIDO

No ha nacido Jesús para permanecer indefinidamente en el frío pesebre. Mucho menos para quedarse entre los aromas del incienso, en la debilidad simbolizada en la mirra o la realeza que resplandece en el oro. No ha descendido, Dios en nuestra carne, para contentarse con los agasajos de los humildes pastores, la visita regia de los Magos o el destello de la estrella que guía a los que buscan.

1.- El Dios desconocido, en las lecturas de hoy, comienza a revelarse y a dejarse conocer. ¿Realizamos algún esfuerzo por llegarnos hasta el corazón de Dios? ¿Podemos decir que “hemos conocido al Señor en Navidad” o, por el contrario, “ha pasado desapercibido en medio de tantas luces”? ¿Dónde ha quedado Dios en estos días santos que hemos celebrado? ¿Dónde hemos dejado a Dios?

Ha venido el Señor para acampanar junto a nosotros. Para recordarnos que, en el camino del amor, es donde mejor le podemos encontrar, conocer y servir.

Y es que, a veces, nos puede ocurrir como aquel funcionario que –aun teniendo datos de las personas a las que atiende– no conoce nada de lo que acontece en el interior de esas personas. ¿Y nosotros? Sí; tal vez de lejos o de cerca poseamos algunas reseñas o antecedentes sobre el Señor (se hizo hombre por salvarnos, nació en Belén, padeció, murió, resucitó….) ¿Pero sabemos de verdad quién es Jesús?

2.- Conocer a Dios es sumergirnos en sus entrañas. Tener experiencia de su presencia y, por lo tanto, fecundar toda nuestra vida con su Palabra y su soplo divino. ¿Qué ocurre entonces? Pues que, tal vez, tenemos conceptos de Dios y, tal vez, no poseemos a Dios.

En cuántas ocasiones, ante un amigo, hemos exclamado: ¡Cuánto me alegra el haberte conocido! ¡Qué fortuna tengo al tenerte como amigo! Esa es, entre otras por supuesto, la asignatura pendiente de todos los cristianos: conocer, sentir y amar a Dios con todas nuestras fuerzas y sin medida. Y, a continuación, tenerlo como el mayor capital en nuestro vivir.

Cuando nos avergonzamos de ciertas actitudes personales o amorales que se dan en nuestra vida, en el fondo, es porque no hemos conocido totalmente al Señor. Porque, Dios, no es el centro de nuestro vivir y de nuestro pensar. Dios, que se nos ha revelado humildemente en Belén, está al alcance de todos aquellos que intentan (que intentamos) buscarlo con toda sinceridad desde el corazón y con el corazón.

3.- Es en la intimidad y en la oración donde el Señor se nos muestra tal y como es: con amor. Es en la búsqueda, como lo hicieron los Magos, donde encontramos un sendero marcado por la luz de la estrella para dar con Jesús. Es, en el desprendimiento –como lo hicieron los pastores– donde damos muestras de que, el Señor, ha tocado lo más hondo de nuestras entrañas y lo ponemos en el lugar que le corresponde: en el todo de nuestro existir. Es en la tiniebla y en el poder, como aconteció en el pensamiento de Herodes, donde se encuentran los mayores escollos para no arrodillarnos ante el Señor.

Para ello ha venido: para amar y ser amado. Para conducirnos y seducirnos con palabras de ternura y de comprensión. Acompañemos ahora a Aquel que, más que hablar, nos mostrará con su ofrecimiento personal y radical lo que vale el amor de Dios. Para eso… ha venido y para eso ha nacido. ¡Conozcámoslo!

 

Javier Leoz

www.betania.es