¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 16 de Julio de 2023
DOMINGO
15° DURANTE EL AÑO
Del propio - Verde
Isaías 55, 10-11 / Romanos 8, 18-23 / Mateo 13,
1-23
Salmo Responsorial Sal 64, 10-14
R/. "La semilla cayó en tierra fértil y dio fruto”
Santoral:
Nuestra Señora del Carmen, Santa María
Magdalena Postel, San Milón,
Santos Lang Yang y Pablo Lang
LECTURAS DEL DOMINGO 1 6
DE JULIO DE 2023
DOMINGO
15°
DURANTE EL AÑO
La lluvia hace germinar la tierra
Lectura del libro de Isaías
55, 10-11
Así habla el Señor:
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo
y no vuelven a él sin haber empapado la tierra,
sin haberla fecundado y hecho germinar,
para que dé la semilla al sembrador
y el pan al que come,
así sucede con la palabra que sale de mi boca:
ella no vuelve a mí estéril,
sino que realiza todo lo que Yo quiero
y cumple la misión que Yo le encomendé.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
64, 10-14
R.
La
semilla cayó en tierra fértil y dio fruto.
Visitas la tierra, la haces fértil
y la colmas de riquezas;
los canales de Dios desbordan de agua,
y así preparas sus trigales.
R.
Riegas los surcos de la tierra,
emparejas sus terrones;
la ablandas con aguaceros
y bendices sus brotes.
R.
Tú coronas el año con tus bienes,
y a tu paso rebosa la abundancia;
rebosan los pastos del desierto
y las colinas se ciñen de alegría.
R.
Visitas la tierra, la haces fértil.
Las praderas se cubren de rebaños
y los valles se revisten de trigo:
todos ellos aclaman y cantan.
R.
Toda la creación espera ansiosamente
la revelación de los hijos de Dios
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma
8, 18-23
Hermanos:
Yo considero que los sufrimientos del tiempo
presente no pueden compararse con la gloria futura
que se revelará en nosotros. En efecto, toda la
creación espera ansiosamente esta revelación de
los hijos de Dios. Ella quedó sujeta a la vanidad,
no voluntariamente, sino por causa de quien la
sometió, pero conservando una esperanza. Porque
también la creación será liberada de la esclavitud
de la corrupción para participar de la gloriosa
libertad de los hijos de Dios.
Sabemos que la creación entera, hasta el presente,
gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella:
también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, gemimos interiormente anhelando a plena
realización de nuestra filiación adoptiva, la
redención de nuestro cuerpo.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
El sembrador salió a sembrar
X Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
13, 1-23
Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del
mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de
manera que debió subir a una barca y sentarse en
ella, mientras la multitud permanecía en la costa.
Entonces Él les habló extensamente por medio de
parábolas.
Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al
esparcir las semillas, algunas cayeron al borde
del camino y los pájaros las comieron. Otras
cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha
tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra
era poco profunda; pero cuando salió el sol, se
quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras
cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las
ahogaron. otras cayeron en tierra buena y dieron
fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
¡El que tenga oídos, que oiga!»
Los discípulos se acercaron y le dijeron: «¿Por
qué les hablas por medio de parábolas?»
Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido
conocer los misterios del Reino de los Cielos,
pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará
más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no
tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les
hablo por medio de parábolas: porque miran y no
ven, oyen y no escuchan ni entienden. y así se
cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
"Por más que oigan, no comprenderán,
por más que vean, no conocerán.
Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido,
tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos,
para que sus ojos no vean,
y sus oídos no oigan,
y su corazón no comprenda,
y no se conviertan,
y yo no los sane".
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque
ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro
que muchos profetas y justos desearon ver lo que
ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes
oyen, y no lo oyeron.
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola
del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del
Reino y no la comprende, viene el Maligno y
arrebata lo que había sido sembrado en su corazón:
éste es el que recibió la semilla al borde del
camino. El que la recibe en terreno pedregoso es
el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta
en seguida con alegría, pero no la deja echar
raíces, porque es inconstante: en cuanto
sobreviene una tribulación o una persecución a
causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el
hombre que escucha la Palabra, pero las
preocupaciones del mundo y la seducción de las
riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre
que escucha la Palabra y la comprende. Éste
produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta
por uno».
Palabra del Señor.
Reflexión
LA EFICACIA DE LA PALABRA DE DIOS DEPENDE, EN
PARTE, DEL QUE LA RECIBE
1.-
Salió el
sembrador a sembrar.
La Palabra de Dios, en sí misma es fecunda y
eficaz, está preñada de un mensaje de salvación y
liberación. Pero la eficacia de esta palabra, de
esta semilla, no depende sólo de la carga
salvífica que lleva dentro. La Palabra, la
semilla, sólo puede actuar como tal cuando es
sembrada en el corazón de las personas. ¿Cómo es
sembrada? Pues normalmente a través de la lectura,
o de la escucha, o de la meditación. La Biblia,
sobre todo el Nuevo Testamento, algún libro
piadoso de formación espiritual, las homilías, las
charlas, los retiros, los acontecimientos de la
vida, la propia naturaleza, todo puede convertirse
para una persona piadosa en Palabra de Dios, en
mensaje de salvación. Y, al revés, nada es palabra
de salvación para el que se niega a escucharla, o
se niega a llevar a la práctica lo que la Palabra
de Dios le dice, o la escucha de momento, pero
pronto la olvida, o la escucha y trata siempre de
entenderla según sus propios intereses personales
y no según los intereses de Dios. Esta parábola
del sembrador que leemos hoy en el evangelio según
san Mateo debe servirnos a cada uno de nosotros
para examinar nuestra vida espiritual. La Palabra
de Dios que oímos y escuchamos tan frecuentemente,
¿produce en nosotros frutos de vida cristiana?
¿Produce el ciento, o el sesenta o el treinta por
ciento? No se trata sólo de escuchar, o de rezar
vocalmente, o de leer de vez en cuando el
evangelio, o de llevar una vida más o menos
cristiana. Para un buen cristiano, escuchar la
Palabra de Dios debe llevarle hasta el seguimiento
radical de Cristo, hasta identificarse
espiritualmente con Cristo, a pesar de todas las
dificultades y obstáculos corporales, psíquicos y
sociales de la vida presente. Escuchemos esta
parábola del sembrador con atención y meditémosla
con humildad, pidiéndole a Dios que nos dé un
corazón dócil para recibir eficazmente su Palabra.
2.-
Así será mi
palabra que sale de mi boca: no volverá a mí
vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi
encargo. Estas
palabras del Segundo Isaías están dirigidas a un
pueblo que vive en la esclavitud. El profeta
quiere dar ánimos y esperanza a un pueblo
desesperanzado, prometiéndole la liberación social
y política, y el retorno a la tierra de sus
padres. La palabra liberadora que sale de la boca
de Dios no vuelve a Dios vacía, sino que vuelve
después de hacer su encargo. Estas palabras del
profeta deben ser palabras liberadoras y llenas de
esperanza también para nosotros, sobre todo cuando
nos encontramos mal físicamente, o con grandes
dificultades psicológicas o sociales. También para
nosotros la esperanza cristiana debe ser una
esperanza que nos devuelva el coraje y las ganas
de vivir y luchar en los peores momentos. Porque
puede haber momentos muy duros en la vida de una
persona, cuando humanamente no vemos motivos
claros para seguir luchando y confiando. Abramos
los evangelios y pidámosle a Cristo que nos dé su
espíritu, su fe y su amor a un Dios Padre, que
nunca nos va a dejar abandonados. La esperanza
cristiana, o es liberadora o no es cristiana.
Nuestro destino último es siempre la salvación.
3.-
Considero que los
trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un
día se nos descubrirá… para entrar en la libertad
gloriosa de los hijos de Dios.
Sí, en este mundo no siempre encontraos motivos
suficientes para creer en un futuro liberador y
salvador. Pero nuestra fe cristiana nos dice que
nuestro futuro es la liberación de los males de
este mundo. San Pablo les dice a los cristianos de
Roma que no se desanimen, que ellos tienen las
primicias del Espíritu y, por tanto, tienen
derecho a esperar la redención del cuerpo, el
momento en el que podrán vivir con la gloria
propia de los hijos de Dios. No es cuestión de
cálculos sociológicos; es cuestión de fe en un
Dios que es salvador y liberador, que nos liberará
y nos salvará. Como el profeta Isaías, en la
primera lectura, también aquí san Pablo nos dice
que no nos desanimemos, que un cristiano nunca
debe perder la esperanza en un futuro de redención
y salvación. El futuro salvador al que estamos
llamados superará con mucho las miserias que
actualmente padecemos. En el fondo, como siempre,
es la fe en la resurrección gloriosa de nuestro
cuerpo la que no nos debe dejar nunca caer en el
desánimo y la desesperanza. Creamos en la palabra
de Dios, en una palabra cargada siempre de una
auténtica y real esperanza. Y vivamos de tal modo
que lo que la palabra de Dios nos dice y nos
promete se pueda realizar en nuestro corazón.
Dejemos a Dios ser Dios y comportémonos nosotros
como humildes hijos suyos, reconociendo nuestra
pequeñez y miseria, pero confiando siempre en la
potencia y la voluntad salvadora de nuestro Dios.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
HAZ LO QUE PUEDAS
1. -
El sembrador,
Dios mismo, es bueno.
La semilla, la Palabra de Dios, también es buena.
¿De qué depende entonces el éxito de la cosecha?
La respuesta que se deduce de la parábola es
clara: de la tierra en la que cae la semilla
arrojada por el sembrador. Dicho de otro modo:
depende de la acogida que tenga la Palabra enviada
por el sembrador. La primera lectura del Segundo
Isaías, escrita durante el exilio, nos dice que
Dios quiere que su Palabra empape la tierra, la
fecunde y no vuelva a El vacía. La tierra buena es
la que escucha el mensaje. Escuchar el mensaje no
consiste en un mero reconocimiento intelectual de
Dios. No se trata de creer con la cabeza, se trata
de hacerlo vida. Podemos decir que creemos
firmemente lo que nos enseña el catecismo de la
Iglesia Católica, pero luego somos incapaces de
hacer vida la fe que profesamos. ¡Cuántos
escándalos damos los cristianos con nuestra
intolerancia, nuestra desidia y nuestra falta de
compromiso! Escuchar el mensaje es ser justos en
nuestro comportamiento, trabajar por un mundo más
humano, querer al hermano pobre y ayudarle.
2. -
El salmo 64 nos
dice que la semilla cayó en tierra buena y dio
fruto. Es el
Señor el labrador, quien cuida de la tierra, la
riega, iguala los terrenos y la enriquece sin
medida. Si Dios es el labrador, ¿entonces qué
podemos hacer nosotros? Da la impresión de que lo
único que podemos hacer es dejar que El actúe para
que podamos dar fruto, unos ciento, otros sesenta
y otros treinta por uno. No es ésta la auténtica
interpretación de la parábola. El labrador es
Dios, pero actúa por medio de nosotros. Él es el
padre de la parábola, pero somos nosotros, sus
hijos, los que tenemos que cavar el terreno. Él
nos ha dado las manos para trabajar y quitar las
piedras o las zarzas. Es el agente exterior, el
maligno, el que pone las dificultades para que la
tierra no dé fruto. Pero depende de nosotros el
quitar las piedras o las zarzas. Los hijos de
aquel labrador de la fábula cavaron y trabajaron
duramente y, por eso, recibieron su tesoro. Son
los pájaros, las zarzas y las piedras las que
impiden el crecimiento de la semilla. Pero somos
nosotros los que dejamos que los pájaros actúen
cuando "oímos la palabra" y nos gusta, pero no la
entendemos; somos nosotros los que no tenemos
raíces y dejamos que a la primera dificultad se
nos olviden los buenos propósitos; somos nosotros
los inconstantes que nos dejamos llevar por lo
fácil y sucumbimos a la tentación de lo mundano,
dejando que las piedras impidan el crecimiento de
la semilla.
3.-
¿Qué fruto
tenemos que dar?
No nos debemos agobiar poniéndonos un techo muy
alto. Cada uno debe dar conforme a sus cualidades
y a sus fuerzas. Dios premia el esfuerzo y la
voluntad, no el éxito conseguido. San Agustín nos
lo recuerda: "Haz lo que puedas. Dios no te va
exigir más de lo que puedas dar". Un labrador
laborioso puede quitar las piedras y arrancar las
zarzas para que la semilla dé fruto. ¿Qué clase de
tierra soy yo?, ¿estoy dispuesto a colaborar con
Dios para "cavar" el terreno y dar fruto? Jean de
La Fontaine cuenta una curiosa fábula, cuyo
recuerdo nos viene muy bien para entender el
significado de la Palabra de Dios de este domingo:
"Un rico labrador que veía próxima su muerte, llama a sus hijos
aparte para hablarles sin testigos.
-- ¡Guardaos muy bien --les dice-- de vender vuestra heredad,
legada por nuestros abuelos! Un tesoro se oculta
en su entraña, aunque ignoro su sitio. Mas, con un
poco de esfuerzo, conseguiréis encontrarlo. Pasada
la cosecha, removed vuestro campo, cavadlo de
arriba abajo, sin dejar un palmo que no muevan
vuestras palas.
Murió el padre, y los hijos cavaron el campo de abajo arriba, y
con tal ahínco que, al año siguiente, la cosecha
fue más grande. Dinero no encontraron porque no lo
había. Pero su padre fue un sabio, enseñándoles
antes de morir, que el trabajo es un tesoro".
José María Martín OSA
www.betania.es
LLAMADOS A DAR O HACER ALGO
Avanza el mes de julio y también el Tiempo
Ordinario con el que vamos descubriendo, siguiendo
y escuchando los pensamientos y estilo de Jesús de
Nazaret.
1. En estos tres próximos domingos, incluido el de hoy, vamos a
meditar tres impresionantes parábolas conocidas
como las parábolas del Reino.
¿Qué pretenden? Ni más ni menos que sensibilizarnos,
interpelarnos seriamente en el cómo vivimos
nuestra fe y si hacemos algo por transmitirla a
los demás.
¡Cuántas cosas recibimos de Dios! Hay algunos que dicen que no;
que todo lo que son, adquieren, mueven y
disfrutan, es fruto de la casualidad o del propio
esfuerzo.
Los creyentes, sin embargo, sabemos que Dios dirige como nadie
esta complicada maquinaria del mundo y que, nada
de lo que acontece en él, ocurre sin su
consentimiento.
Qué bueno sería que saboreásemos la parábola de este domingo.
Salió el sembrador a sembrar y, encontró a gente
como nosotros. Y por si no nos hemos dado cuenta,
nosotros, somos campo y sembradores a la vez.
¿Que…cómo puede ser? ¿Que es imposible? ¡Somos
siembra y sembrador!
Desde el día de nuestro Bautismo, el Señor, puso en nosotros la
semilla de la fe. A continuación, con el paso de
los años, en el campo de nuestra vida espiritual,
el Señor ha ido depositando, una y otra vez,
simientes de su amor, de su Eucaristía, del
Sacramento de la Reconciliación. ¿O es que, los
sacramentos, no son pepitas de las buenas, de esas
que crecen y nos hacen fuertes frente a tantas
adversidades?
Pero, como en los campos castigados por la sequía o por la
cizaña, también con nosotros ocurre algo parecido:
o queremos y no podemos, o dejamos malograr
aquello que Dios depositó en lo más hondo de
nuestras entrañas.
2. ¿Qué tal va la cosecha? Nos pregunta el Señor en este domingo.
Que ¿qué tal va, Señor? ¡Aquí nos tienes! Lo
intentamos; queremos ser de los tuyos, pero somos
muy nuestros; queremos dar la cara por ti, pero
tenemos miedo a que nos lastimen; nos gustaría
anunciar tu Reino, pero preferimos sentarnos
frente al televisor y dejarnos seducir por los
anuncios de bienes pasajeros.
Es así, amigos; nuestra vida cristiana ha estado muy acostumbrada
a recibir. ¿Y cuándo vamos a dar? ¿Cómo San Pablo,
sabemos de quién nos hemos fiado? Un campo, como
el de los cristianos, no puede estar en permanente
vacación. Mejor dicho; una vida, como la de los
cristianos, no puede conformarse con mirar hacia
el cielo; con esperar a que todo se nos dé hecho.
Hemos recibido mucho y, en justicia y por
contraprestación, por amor a Dios y por
coherencia, hemos de brindar algo de lo mucho que
Dios nos da. ¿Lo intentamos?
-Los que sois padres
¿por qué no os involucráis un poco más en la
educación cristiana de vuestros hijos? ¿Estáis
dando el tanto por ciento que Dios espera de
vosotros?
-Los que somos sacerdotes
¿anunciamos el Reino con todas las consecuencias
o…lo hacemos de una forma dulce y descafeinada
para no herir sensibilidades? ¿Tal vez –como dice
Papa Francisco– más funcionarios que consagrados?
-Los que sois políticos o tenéis algún cargo de
responsabilidad
¿Lo hacéis para todos o sólo para algunos?
-Los que sois jóvenes
¿sentís, en vuestra vida, algo más que la pura
apariencia, las prisas, el disfrute o la fiesta?
-Los que sois niños
¿os dais cuenta de lo mucho que otros hacen por
vosotros?
Un campo, el espiritual, que no se cuida, el día de mañana nos
pasa factura.
3. Sí; es verdad. Tenemos que hacer todos, algo más. ¡Hemos
recibido tanto! ¡No podemos guardar, el tesoro de
la fe, en el banco de nuestros propios intereses!
No podemos consentir que, la semilla de la fe, se
pierda por falta de interés, por timidez, por
falsas vergüenzas o, simplemente, porque ya no nos
hemos preocupado de regalarla con el abono de la
oración, la Palabra de Dios, la caridad o la
Eucaristía dominical.
Por cierto, hoy más que nunca, el sembrador sigue mirando y
saliendo a sus campos. El Señor, sigue observando
a los creyentes y ¡cuánto espera de ellos! ¡Cuánto
espera de nosotros!
¿Estamos dispuestos hacer algo por Cristo? Para muestra un botón;
miremos a nuestro alrededor. ¡Cuántas almas secas!
¡Cuántos corazones que palpitan con todo y de
todo, menos con Dios! ¡Cuánto maligno disfrazado
de bienestar aparente!
Si, amigos; a tiempos difíciles… cristianos valientes y
convencidos. En tiempos de incredulidad; hombres y
mujeres que sepan en quién creen, por qué y para
qué. Hay que huir del “cristiano bajo mínimos” y
lanzarnos con todas las consecuencias, con audacia
y entusiasmo, a la siembra de Cristo en el mundo.
Y es que, un domingo más, sale el sembrador….y
malo será que nos encuentre al “0” por ciento.
Javier Leoz
www.betania.es
CONTEMPLATIVOS Y COMBATIVOS
En el ecuador de este mes de julio, con los remos de nuestra fe y
de nuestra esperanza siempre en Dios, arribamos a
una de las fiestas más populares con color
mariano: la Virgen del Carmen. Devoción que, como
bomba racimo pero de gracias singulares, se ha
extendido desde hace siglos por Europa y América.
Es difícil no encontrar, en cualquier rincón de
nuestra geografía, algo que no nos hable de Ella:
una ermita, una cofradía, un himno, una procesión,
una embarcación, un puerto o esta misma expresión
eucarística que estamos teniendo en esta jornada.
1. Desde el siglo XIII, de mano de Simón de Stock (con la entrega
de su hábito carmelitano y del escapulario) esta
fiesta es signo de protección de María en las
horas de la vida (hay que vivir con su brisa) y
también en los momentos de la muerte (quien a Ella
se confía no cierra los ojos a este mundo
desamparado). ¿Se puede esperar más?
Hoy, los pescadores, están de enhorabuena y no menos la Marina
Española. Hoy, los hombres y mujeres del mar, le
rezan y la ven como
ESTRELLA DEL MAR. Y porque, todos en el fondo somos pescadores (algo estamos
llamados a pescar en nombre de Dios) y también
hombres y mujeres del mar (porque esta tierra es
un mar en calma y bravío a la vez) la vemos como
faro que nos lleva a buen puerto; como mano que
calma muchas tormentas; como luz que se enciende
en oscuridades inciertas. Eso, y mucho más, es la
Virgen del Carmen. Pero, sobre todo, es el soplo
que empuja al gran puerto que es Jesús.
2. Siempre que miramos a una imagen, y especialmente a una
iconografía tan dinámica como la del Carmen, nos
sorprende que María es un modelo a seguir y, por
qué no, una referencia para ser discípulos en el
hoy y en el ahora. Aquello que descendió en dulces
palabras desde la cruz (en una de las últimas
siete palabras de Jesús) “Ahí tienes a tu Madre” (Jn
19,26) es por algo y para algo.
-Es porque, cuando la fe ya no brilla, Ella lo hace con luz
propia. Y es para que Ella, en este mundo tan
mediocre y dónde solo alumbra la zafiedad y la
tibieza, nos ayude a no bajar a la guardia en
nuestra vida cristiana.
-La piedad a María no puede ser sólo contemplativa (ver,
celebrar, cantar, piropear, ensalzar) ha de ser,
más que nunca en estos tiempos de dificultades
para el cristianismo, combativa (ayúdanos
a….protégenos para…..empújanos y…..).
- El mundo vacío y sin rumbo (como la barca en plena tormenta en
alta mar) no se va arreglar soltando el timón o
con horas de lamentaciones. Habrá que mirar hacia
el cielo, por supuesto, pero también preguntarnos
si la dirección que estamos llevando, los
esfuerzos que estamos realizando por el reino de
Dios son sinceros, acertados o al aire, con fuerza
o débiles, con falsedad o rodeados de una gran
convicción: Dios avanza con nosotros.
-La Virgen del Carmen, en estos instantes con claves
re-evangelizadoras, nos puede ayudar a pensar
sobre las líneas maestras para presentar el
Evangelio a nuestra sociedad. Unas líneas que no
son otras que aquellas que, María (y el Papa
Francisco también) nos reclaman:
-Sencillez para que el Evangelio sea inteligible
-Misericordia, para que más allá de las normas se vea el corazón
que todos llevamos dentro
-El compromiso, para que nada ni nadie obstaculice una militancia
activa de nuestro ser Iglesia
3. La Virgen, hoy con este apellido del Carmelo, así nos lo
indica. Ante la confusión reinante, y con Ella,
hemos de ponernos en camino. Un camino que nos
llevará a contradicciones, burlas, rechazos y
también adhesiones. ¿Acaso el sendero de María fue
sendero de rosas? ¿No será que nosotros hemos
tallado una imagen de la Virgen dulce cuando vivió
también horas amargas? ¿Bella y estéticamente
atrayente cuando lo que encandiló a Dios fue su
sencillez? ¿Coronada cuando tan sólo recibió la
corona de la gloria en el cielo? ¿O grande,
cuando, Dios, se fijó en Ella por su pequeñez
Hoy, festividad de nuestra Señora del Carmen, recibimos una
invitación especial a volver nuestra mirada hacia
ella que es para nosotros modelo de creyente, la
primera y mejor discípula del Señor, para aprender
de ella y con ella cómo debe ser nuestra vida
cristiana. En la vida de María resplandecen con un
brillo especial dos grandes amores: el amor a Dios
y el amor a los hermanos.
Que Ella nos ayude a que esos dos platos (Dios y hombre) estén
equilibrados en nuestra propia vida. No hay amor
sin límites, sin farsa y auténtico si previamente
no descubrimos, como María, que el inmenso amor de
Dios es un hontanar de vida, fe y esperanza. ¡Viva
la Virgen del Carmen!
Javier Leoz
www.betania.es
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