¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

Domingo, 16 de Julio de 2023

DOMINGO 15° DURANTE EL AÑO

Del propio - Verde

Isaías 55, 10-11 / Romanos 8, 18-23 / Mateo 13, 1-23

Salmo Responsorial   Sal 64, 10-14
R/.  "
La semilla cayó en tierra fértil y dio fruto”

 

Santoral:

Nuestra Señora del Carmen, Santa María

Magdalena Postel, San Milón,

Santos Lang Yang y Pablo Lang

 

 

LECTURAS DEL DOMINGO 16 DE JULIO DE 2023

 

DOMINGO 15° DURANTE EL AÑO

 

La lluvia hace germinar la tierra

Lectura del libro de Isaías

55, 10-11

 

Así habla el Señor:

Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo

y no vuelven a él sin haber empapado la tierra,

sin haberla fecundado y hecho germinar,

para que dé la semilla al sembrador

y el pan al que come,

así sucede con la palabra que sale de mi boca:

ella no vuelve a mí estéril,

sino que realiza todo lo que Yo quiero

y cumple la misión que Yo le encomendé.

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                     64, 10-14

 

R.    La semilla cayó en tierra fértil y dio fruto.

 

Visitas la tierra, la haces fértil

y la colmas de riquezas;

los canales de Dios desbordan de agua,

y así preparas sus trigales.  R.

 

Riegas los surcos de la tierra,

emparejas sus terrones;

la ablandas con aguaceros

y bendices sus brotes.  R.

 

Tú coronas el año con tus bienes,

y a tu paso rebosa la abundancia;

rebosan los pastos del desierto

y las colinas se ciñen de alegría.  R.

 

Visitas la tierra, la haces fértil.

Las praderas se cubren de rebaños

y los valles se revisten de trigo:

todos ellos aclaman y cantan.  R.

 

 

Toda la creación espera ansiosamente

la revelación de los hijos de Dios

 

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Roma

8, 18-23

Hermanos:

Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros. En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios. Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza. Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando a plena realización de nuestra filiación adoptiva, la redención de nuestro cuerpo.

 

Palabra de Dios.

 

 

 

EVANGELIO

 

El sembrador salió a sembrar

 

X  Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

13, 1-23

 

Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas.

Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!»

Los discípulos se acercaron y le dijeron: «¿Por qué les hablas por medio de parábolas?»

Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:

"Por más que oigan, no comprenderán,

por más que vean, no conocerán.

Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido,

tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos,

para que sus ojos no vean,

y sus oídos no oigan,

y su corazón no comprenda,

y no se conviertan,

y yo no los sane".

Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.

 

Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: éste es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.

El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.

Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno».

 

Palabra del Señor. 

 

Reflexión

 

 

LA EFICACIA DE LA PALABRA DE DIOS DEPENDE, EN PARTE, DEL QUE LA RECIBE

1.- Salió el sembrador a sembrar. La Palabra de Dios, en sí misma es fecunda y eficaz, está preñada de un mensaje de salvación y liberación. Pero la eficacia de esta palabra, de esta semilla, no depende sólo de la carga salvífica que lleva dentro. La Palabra, la semilla, sólo puede actuar como tal cuando es sembrada en el corazón de las personas. ¿Cómo es sembrada? Pues normalmente a través de la lectura, o de la escucha, o de la meditación. La Biblia, sobre todo el Nuevo Testamento, algún libro piadoso de formación espiritual, las homilías, las charlas, los retiros, los acontecimientos de la vida, la propia naturaleza, todo puede convertirse para una persona piadosa en Palabra de Dios, en mensaje de salvación. Y, al revés, nada es palabra de salvación para el que se niega a escucharla, o se niega a llevar a la práctica lo que la Palabra de Dios le dice, o la escucha de momento, pero pronto la olvida, o la escucha y trata siempre de entenderla según sus propios intereses personales y no según los intereses de Dios. Esta parábola del sembrador que leemos hoy en el evangelio según san Mateo debe servirnos a cada uno de nosotros para examinar nuestra vida espiritual. La Palabra de Dios que oímos y escuchamos tan frecuentemente, ¿produce en nosotros frutos de vida cristiana? ¿Produce el ciento, o el sesenta o el treinta por ciento? No se trata sólo de escuchar, o de rezar vocalmente, o de leer de vez en cuando el evangelio, o de llevar una vida más o menos cristiana. Para un buen cristiano, escuchar la Palabra de Dios debe llevarle hasta el seguimiento radical de Cristo, hasta identificarse espiritualmente con Cristo, a pesar de todas las dificultades y obstáculos corporales, psíquicos y sociales de la vida presente. Escuchemos esta parábola del sembrador con atención y meditémosla con humildad, pidiéndole a Dios que nos dé un corazón dócil para recibir eficazmente su Palabra.

2.- Así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo. Estas palabras del Segundo Isaías están dirigidas a un pueblo que vive en la esclavitud. El profeta quiere dar ánimos y esperanza a un pueblo desesperanzado, prometiéndole la liberación social y política, y el retorno a la tierra de sus padres. La palabra liberadora que sale de la boca de Dios no vuelve a Dios vacía, sino que vuelve después de hacer su encargo. Estas palabras del profeta deben ser palabras liberadoras y llenas de esperanza también para nosotros, sobre todo cuando nos encontramos mal físicamente, o con grandes dificultades psicológicas o sociales. También para nosotros la esperanza cristiana debe ser una esperanza que nos devuelva el coraje y las ganas de vivir y luchar en los peores momentos. Porque puede haber momentos muy duros en la vida de una persona, cuando humanamente no vemos motivos claros para seguir luchando y confiando. Abramos los evangelios y pidámosle a Cristo que nos dé su espíritu, su fe y su amor a un Dios Padre, que nunca nos va a dejar abandonados. La esperanza cristiana, o es liberadora o no es cristiana. Nuestro destino último es siempre la salvación.

3.- Considero que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá… para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Sí, en este mundo no siempre encontraos motivos suficientes para creer en un futuro liberador y salvador. Pero nuestra fe cristiana nos dice que nuestro futuro es la liberación de los males de este mundo. San Pablo les dice a los cristianos de Roma que no se desanimen, que ellos tienen las primicias del Espíritu y, por tanto, tienen derecho a esperar la redención del cuerpo, el momento en el que podrán vivir con la gloria propia de los hijos de Dios. No es cuestión de cálculos sociológicos; es cuestión de fe en un Dios que es salvador y liberador, que nos liberará y nos salvará. Como el profeta Isaías, en la primera lectura, también aquí san Pablo nos dice que no nos desanimemos, que un cristiano nunca debe perder la esperanza en un futuro de redención y salvación. El futuro salvador al que estamos llamados superará con mucho las miserias que actualmente padecemos. En el fondo, como siempre, es la fe en la resurrección gloriosa de nuestro cuerpo la que no nos debe dejar nunca caer en el desánimo y la desesperanza. Creamos en la palabra de Dios, en una palabra cargada siempre de una auténtica y real esperanza. Y vivamos de tal modo que lo que la palabra de Dios nos dice y nos promete se pueda realizar en nuestro corazón. Dejemos a Dios ser Dios y comportémonos nosotros como humildes hijos suyos, reconociendo nuestra pequeñez y miseria, pero confiando siempre en la potencia y la voluntad salvadora de nuestro Dios.

 

Gabriel González del Estal

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HAZ LO QUE PUEDAS

1. - El sembrador, Dios mismo, es bueno. La semilla, la Palabra de Dios, también es buena. ¿De qué depende entonces el éxito de la cosecha? La respuesta que se deduce de la parábola es clara: de la tierra en la que cae la semilla arrojada por el sembrador. Dicho de otro modo: depende de la acogida que tenga la Palabra enviada por el sembrador. La primera lectura del Segundo Isaías, escrita durante el exilio, nos dice que Dios quiere que su Palabra empape la tierra, la fecunde y no vuelva a El vacía. La tierra buena es la que escucha el mensaje. Escuchar el mensaje no consiste en un mero reconocimiento intelectual de Dios. No se trata de creer con la cabeza, se trata de hacerlo vida. Podemos decir que creemos firmemente lo que nos enseña el catecismo de la Iglesia Católica, pero luego somos incapaces de hacer vida la fe que profesamos. ¡Cuántos escándalos damos los cristianos con nuestra intolerancia, nuestra desidia y nuestra falta de compromiso! Escuchar el mensaje es ser justos en nuestro comportamiento, trabajar por un mundo más humano, querer al hermano pobre y ayudarle.

2. - El salmo 64 nos dice que la semilla cayó en tierra buena y dio fruto. Es el Señor el labrador, quien cuida de la tierra, la riega, iguala los terrenos y la enriquece sin medida. Si Dios es el labrador, ¿entonces qué podemos hacer nosotros? Da la impresión de que lo único que podemos hacer es dejar que El actúe para que podamos dar fruto, unos ciento, otros sesenta y otros treinta por uno. No es ésta la auténtica interpretación de la parábola. El labrador es Dios, pero actúa por medio de nosotros. Él es el padre de la parábola, pero somos nosotros, sus hijos, los que tenemos que cavar el terreno. Él nos ha dado las manos para trabajar y quitar las piedras o las zarzas. Es el agente exterior, el maligno, el que pone las dificultades para que la tierra no dé fruto. Pero depende de nosotros el quitar las piedras o las zarzas. Los hijos de aquel labrador de la fábula cavaron y trabajaron duramente y, por eso, recibieron su tesoro. Son los pájaros, las zarzas y las piedras las que impiden el crecimiento de la semilla. Pero somos nosotros los que dejamos que los pájaros actúen cuando "oímos la palabra" y nos gusta, pero no la entendemos; somos nosotros los que no tenemos raíces y dejamos que a la primera dificultad se nos olviden los buenos propósitos; somos nosotros los inconstantes que nos dejamos llevar por lo fácil y sucumbimos a la tentación de lo mundano, dejando que las piedras impidan el crecimiento de la semilla.

3.- ¿Qué fruto tenemos que dar? No nos debemos agobiar poniéndonos un techo muy alto. Cada uno debe dar conforme a sus cualidades y a sus fuerzas. Dios premia el esfuerzo y la voluntad, no el éxito conseguido. San Agustín nos lo recuerda: "Haz lo que puedas. Dios no te va exigir más de lo que puedas dar". Un labrador laborioso puede quitar las piedras y arrancar las zarzas para que la semilla dé fruto. ¿Qué clase de tierra soy yo?, ¿estoy dispuesto a colaborar con Dios para "cavar" el terreno y dar fruto? Jean de La Fontaine cuenta una curiosa fábula, cuyo recuerdo nos viene muy bien para entender el significado de la Palabra de Dios de este domingo:

"Un rico labrador que veía próxima su muerte, llama a sus hijos aparte para hablarles sin testigos.

-- ¡Guardaos muy bien --les dice-- de vender vuestra heredad, legada por nuestros abuelos! Un tesoro se oculta en su entraña, aunque ignoro su sitio. Mas, con un poco de esfuerzo, conseguiréis encontrarlo. Pasada la cosecha, removed vuestro campo, cavadlo de arriba abajo, sin dejar un palmo que no muevan vuestras palas.

Murió el padre, y los hijos cavaron el campo de abajo arriba, y con tal ahínco que, al año siguiente, la cosecha fue más grande. Dinero no encontraron porque no lo había. Pero su padre fue un sabio, enseñándoles antes de morir, que el trabajo es un tesoro".

 

José María Martín OSA

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LLAMADOS A DAR O HACER ALGO

Avanza el mes de julio y también el Tiempo Ordinario con el que vamos descubriendo, siguiendo y escuchando los pensamientos y estilo de Jesús de Nazaret.

1. En estos tres próximos domingos, incluido el de hoy, vamos a meditar tres impresionantes parábolas conocidas como las parábolas del Reino.

¿Qué pretenden? Ni más ni menos que sensibilizarnos, interpelarnos seriamente en el cómo vivimos nuestra fe y si hacemos algo por transmitirla a los demás.

¡Cuántas cosas recibimos de Dios! Hay algunos que dicen que no; que todo lo que son, adquieren, mueven y disfrutan, es fruto de la casualidad o del propio esfuerzo.

Los creyentes, sin embargo, sabemos que Dios dirige como nadie esta complicada maquinaria del mundo y que, nada de lo que acontece en él, ocurre sin su consentimiento.

Qué bueno sería que saboreásemos la parábola de este domingo. Salió el sembrador a sembrar y, encontró a gente como nosotros. Y por si no nos hemos dado cuenta, nosotros, somos campo y sembradores a la vez. ¿Que…cómo puede ser? ¿Que es imposible? ¡Somos siembra y sembrador!

Desde el día de nuestro Bautismo, el Señor, puso en nosotros la semilla de la fe. A continuación, con el paso de los años, en el campo de nuestra vida espiritual, el Señor ha ido depositando, una y otra vez, simientes de su amor, de su Eucaristía, del Sacramento de la Reconciliación. ¿O es que, los sacramentos, no son pepitas de las buenas, de esas que crecen y nos hacen fuertes frente a tantas adversidades?

Pero, como en los campos castigados por la sequía o por la cizaña, también con nosotros ocurre algo parecido: o queremos y no podemos, o dejamos malograr aquello que Dios depositó en lo más hondo de nuestras entrañas.

2. ¿Qué tal va la cosecha? Nos pregunta el Señor en este domingo. Que ¿qué tal va, Señor? ¡Aquí nos tienes! Lo intentamos; queremos ser de los tuyos, pero somos muy nuestros; queremos dar la cara por ti, pero tenemos miedo a que nos lastimen; nos gustaría anunciar tu Reino, pero preferimos sentarnos frente al televisor y dejarnos seducir por los anuncios de bienes pasajeros.

Es así, amigos; nuestra vida cristiana ha estado muy acostumbrada a recibir. ¿Y cuándo vamos a dar? ¿Cómo San Pablo, sabemos de quién nos hemos fiado? Un campo, como el de los cristianos, no puede estar en permanente vacación. Mejor dicho; una vida, como la de los cristianos, no puede conformarse con mirar hacia el cielo; con esperar a que todo se nos dé hecho. Hemos recibido mucho y, en justicia y por contraprestación, por amor a Dios y por coherencia, hemos de brindar algo de lo mucho que Dios nos da. ¿Lo intentamos?

-Los que sois padres ¿por qué no os involucráis un poco más en la educación cristiana de vuestros hijos? ¿Estáis dando el tanto por ciento que Dios espera de vosotros?

-Los que somos sacerdotes ¿anunciamos el Reino con todas las consecuencias o…lo hacemos de una forma dulce y descafeinada para no herir sensibilidades? ¿Tal vez –como dice Papa Francisco– más funcionarios que consagrados?

-Los que sois políticos o tenéis algún cargo de responsabilidad ¿Lo hacéis para todos o sólo para algunos?

-Los que sois jóvenes ¿sentís, en vuestra vida, algo más que la pura apariencia, las prisas, el disfrute o la fiesta?

-Los que sois niños ¿os dais cuenta de lo mucho que otros hacen por vosotros?

Un campo, el espiritual, que no se cuida, el día de mañana nos pasa factura.

3. Sí; es verdad. Tenemos que hacer todos, algo más. ¡Hemos recibido tanto! ¡No podemos guardar, el tesoro de la fe, en el banco de nuestros propios intereses! No podemos consentir que, la semilla de la fe, se pierda por falta de interés, por timidez, por falsas vergüenzas o, simplemente, porque ya no nos hemos preocupado de regalarla con el abono de la oración, la Palabra de Dios, la caridad o la Eucaristía dominical.

Por cierto, hoy más que nunca, el sembrador sigue mirando y saliendo a sus campos. El Señor, sigue observando a los creyentes y ¡cuánto espera de ellos! ¡Cuánto espera de nosotros!

¿Estamos dispuestos hacer algo por Cristo? Para muestra un botón; miremos a nuestro alrededor. ¡Cuántas almas secas! ¡Cuántos corazones que palpitan con todo y de todo, menos con Dios! ¡Cuánto maligno disfrazado de bienestar aparente!

Si, amigos; a tiempos difíciles… cristianos valientes y convencidos. En tiempos de incredulidad; hombres y mujeres que sepan en quién creen, por qué y para qué. Hay que huir del “cristiano bajo mínimos” y lanzarnos con todas las consecuencias, con audacia y entusiasmo, a la siembra de Cristo en el mundo. Y es que, un domingo más, sale el sembrador….y malo será que nos encuentre al “0” por ciento.

  

Javier Leoz

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CONTEMPLATIVOS Y COMBATIVOS

En el ecuador de este mes de julio, con los remos de nuestra fe y de nuestra esperanza siempre en Dios, arribamos a una de las fiestas más populares con color mariano: la Virgen del Carmen. Devoción que, como bomba racimo pero de gracias singulares, se ha extendido desde hace siglos por Europa y América. Es difícil no encontrar, en cualquier rincón de nuestra geografía, algo que no nos hable de Ella: una ermita, una cofradía, un himno, una procesión, una embarcación, un puerto o esta misma expresión eucarística que estamos teniendo en esta jornada.

1. Desde el siglo XIII, de mano de Simón de Stock (con la entrega de su hábito carmelitano y del escapulario) esta fiesta es signo de protección de María en las horas de la vida (hay que vivir con su brisa) y también en los momentos de la muerte (quien a Ella se confía no cierra los ojos a este mundo desamparado). ¿Se puede esperar más?

Hoy, los pescadores, están de enhorabuena y no menos la Marina Española. Hoy, los hombres y mujeres del mar, le rezan y la ven como ESTRELLA DEL MAR. Y porque, todos en el fondo somos pescadores (algo estamos llamados a pescar en nombre de Dios) y también hombres y mujeres del mar (porque esta tierra es un mar en calma y bravío a la vez) la vemos como faro que nos lleva a buen puerto; como mano que calma muchas tormentas; como luz que se enciende en oscuridades inciertas. Eso, y mucho más, es la Virgen del Carmen. Pero, sobre todo, es el soplo que empuja al gran puerto que es Jesús.

2. Siempre que miramos a una imagen, y especialmente a una iconografía tan dinámica como la del Carmen, nos sorprende que María es un modelo a seguir y, por qué no, una referencia para ser discípulos en el hoy y en el ahora. Aquello que descendió en dulces palabras desde la cruz (en una de las últimas siete palabras de Jesús) “Ahí tienes a tu Madre” (Jn 19,26) es por algo y para algo.

-Es porque, cuando la fe ya no brilla, Ella lo hace con luz propia. Y es para que Ella, en este mundo tan mediocre y dónde solo alumbra la zafiedad y la tibieza, nos ayude a no bajar a la guardia en nuestra vida cristiana.

-La piedad a María no puede ser sólo contemplativa (ver, celebrar, cantar, piropear, ensalzar) ha de ser, más que nunca en estos tiempos de dificultades para el cristianismo, combativa (ayúdanos a….protégenos para…..empújanos y…..).

- El mundo vacío y sin rumbo (como la barca en plena tormenta en alta mar) no se va arreglar soltando el timón o con horas de lamentaciones. Habrá que mirar hacia el cielo, por supuesto, pero también preguntarnos si la dirección que estamos llevando, los esfuerzos que estamos realizando por el reino de Dios son sinceros, acertados o al aire, con fuerza o débiles, con falsedad o rodeados de una gran convicción: Dios avanza con nosotros.

-La Virgen del Carmen, en estos instantes con claves re-evangelizadoras, nos puede ayudar a pensar sobre las líneas maestras para presentar el Evangelio a nuestra sociedad. Unas líneas que no son otras que aquellas que, María (y el Papa Francisco también) nos reclaman:

-Sencillez para que el Evangelio sea inteligible

-Misericordia, para que más allá de las normas se vea el corazón que todos llevamos dentro

-El compromiso, para que nada ni nadie obstaculice una militancia activa de nuestro ser Iglesia

3. La Virgen, hoy con este apellido del Carmelo, así nos lo indica. Ante la confusión reinante, y con Ella, hemos de ponernos en camino. Un camino que nos llevará a contradicciones, burlas, rechazos y también adhesiones. ¿Acaso el sendero de María fue sendero de rosas? ¿No será que nosotros hemos tallado una imagen de la Virgen dulce cuando vivió también horas amargas? ¿Bella y estéticamente atrayente cuando lo que encandiló a Dios fue su sencillez? ¿Coronada cuando tan sólo recibió la corona de la gloria en el cielo? ¿O grande, cuando, Dios, se fijó en Ella por su pequeñez

Hoy, festividad de nuestra Señora del Carmen, recibimos una invitación especial a volver nuestra mirada hacia ella que es para nosotros modelo de creyente, la primera y mejor discípula del Señor, para aprender de ella y con ella cómo debe ser nuestra vida cristiana. En la vida de María resplandecen con un brillo especial dos grandes amores: el amor a Dios y el amor a los hermanos.

Que Ella nos ayude a que esos dos platos (Dios y hombre) estén equilibrados en nuestra propia vida. No hay amor sin límites, sin farsa y auténtico si previamente no descubrimos, como María, que el inmenso amor de Dios es un hontanar de vida, fe y esperanza. ¡Viva la Virgen del Carmen!

 

Javier Leoz

www.betania.es