¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

Domingo, 20 de Junio de 2021

DOMINGO 12° DURANTE EL AÑO

Job 38, 1. 8-11 / 2 Corintios 5, 14-17

/ Marcos 4, 35-41
Salmo responsorial Sal 106, 23-26. 28-31
R/. "¡Den gracias al Señor, porque es bueno,

        Porque es eterno su amor!"

 

Santoral:

San Silverio y Santa Florentina

 

 

 

LECTURAS DEL DOMINGO 20 DE JUNIO DE 2021

 

DOMINGO 12° DURANTE EL AÑO

 

Aquí se quebrará la soberbia de tus olas 

 

Lectura del libro de Job

38, 1. 8-11

 

El Señor habló a Job desde la tempestad, diciendo:

¿Quién encerró con dos puertas al mar,

      cuando él salía a borbotones del vientre materno,

cuando le puse una nube por vestido

      y por pañales, densos nubarrones?

Yo tracé un limite alrededor de él,

      le puse cerrojos y puertas,

y le dije: «Llegarás hasta aquí y no pasarás;

      aquí se quebrará la soberbia de tus olas».

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    106, 23-26. 28-31

 

R.    ¡Den gracias al Señor, porque es bueno,

        Porque es eterno su amor!

 

Los que viajaron en barco por el mar,

para traficar por las aguas inmensas,

contemplaron las obras del Señor,

sus maravillas en el océano profundo.  R.

 

Con su palabra desató un vendaval,

que encrespaba la solas del océano:

ellos subían hasta el cielo, bajaban al abismo,

se sentían desfallecer por el mareo.  R.

 

Pero en la angustia invocaron al Señor,

y Él los libró de sus tribulaciones:

cambió el huracán en una brisa suave

y se aplacaron las olas del mar.  R.

 

Entonces se alegraron de aquella calma,

y el Señor los condujo al puerto deseado.

Den gracias al Señor por su misericordia

y por sus maravillas a favor de los hombres.  R.

 

 

 

Un nuevo ser se ha hecho presente

 

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto

5, 14-17

 

Hermanos:

El amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto. Y Él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para Aquél que murió y resucitó por ellos.

Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así.

El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.

 

Palabra de Dios.

 

 

 

EVANGELIO

 

¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?

 

a    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Marcos

4, 35-41

 

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.

Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.

Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?»

Despertándose, Él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!» El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?»

Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?»

 

Palabra del Señor. 

 

Reflexión

  

TENER FE NO ES TENER TODAS LAS RESPUESTAS

1.- Se preguntaron espantados y se decían unos a otros: ¿pero quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen! Los discípulos no acababan de aclararse ante el poder sobrehumano de Jesús. No es que no creyeran que Jesús era el Hijo de Dios, es que no entendían lo que eso significaba. Nos pasa frecuentemente a nosotros algo parecido cuando afirmamos que Jesús es Dios. Como nos ocurre con tantos otros misterios de los que nos habla la teología, los creemos, pero no acabamos nunca de entenderlos. Lo del catecismo, cuando nos decía que la Iglesia tiene doctores que le sabrán responder, no siempre funciona. Muchos cristianos de a pie piensan a veces que los curas podemos responder a todos los problemas teológicos que ellos no entienden y, por eso, nos preguntan a nosotros. Pero nosotros, los curas, muchas veces no sabemos mucho más que ellos. Recuerdo ahora algo que leí hace unos días: una niña preguntó al Papa que cómo un Dios bueno puede permitir tanto mal en el mundo. El Papa la abrazó y le dijo, con mansedumbre y verdad: esa pregunta no la sabemos responder. Y es así porque Dios es un misterio y los misterios son racionalmente insolubles. Podemos creerlos o no creerlos, pero nunca entenderlos. Nuestra inteligencia humana está irremediablemente limitada por el espacio y el tiempo que nos envuelven y nos constituyen. Dios no está limitado por el espacio y el tiempo; es inmenso y eterno. En cualquier caso, lo que no debemos hacer nunca los cristianos, ante el misterio, es espantarnos, como hicieron los discípulos. Ante los misterios divinos la única una actitud auténticamente cristiana es la adoración humilde y confiada. Como decía Teilhard de Chardin, hablando de los misterios: cuando no entiendas, ¡adora y confía!

2.- El Señor habló a Job desde la tormenta. Job creía en Dios, pero no siempre entendía su comportamiento. El libro de Job es, entre otras cosas, el libro de las grandes preguntas sobre la bondad de Dios y el problema del mal en el mundo. Job había sido educado en la teología de la retribución: Dios nos trata a cada uno según nuestras obras, los buenos son premiados y los malos castigados. Él se había esforzado siempre en ser fiel a Dios y Dios le había premiado, ¿por qué ahora le castiga tan duramente? Job no encuentra motivos que le expliquen el comportamiento de Dios y por eso se queja amargamente y hace tantas preguntas. Sus amigos, encima, se burlan de él. Más de alguno de nosotros habremos tenido experiencias, propias o ajenas, parecidas a las que tuvo Job. Es el eterno misterio del mal en el mundo, para el que el Papa Francisco le dijo a la niña que no teníamos respuesta. Con eso nos quedamos nosotros ahora: la fe no significa tener todas las respuestas. Creer en medio de las dudas, y a pesar de las dudas, sigue siendo una virtud teologal. Adoremos el misterio de Dios y confiemos siempre en Dios.

3.- Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Pablo les dice a los fieles de Corinto que vivir en Cristo es algo totalmente nuevo, distinto del antiguo vivir en el mundo y según los criterios del mundo. Vivir en Cristo y por Cristo es vivir como auténticas criaturas nuevas; el hombre viejo ha muerto. El problema para cada uno de nosotros es que, mientras vivimos en este mundo, no podemos dejar de vivir de alguna manera según la carne. Pablo nos dice que ya no valoremos a nadie según la carne, porque Cristo con su muerte y resurrección nos ha hecho criaturas nuevas. También en este caso, como les pasaba a los discípulos y como le pasaba a Job, es más fácil creerlo que practicarlo. Nuestro espíritu quiere ser siempre nuevo, pero el cuerpo se resiste y nos resultará siempre difícil vivir como criaturas nuevas. Pidamos al Señor que nos infunda siempre su santo Espíritu.

 

Gabriel González del Estal

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HAGAMOS POSIBLES LOS MILAGROS DE DIOS

1. Las razones de Dios no son las nuestras. Muchas veces no encontramos razones para explicar lo que nos pasa. No entendemos ni aceptamos los reveses ni las limitaciones del universo y de nuestra propia condición humana. Cuando los hombres ya se han cansado de hablar y han agotado su sabiduría sin responder al problema que padece Job en su propia carne, el Señor toma la palabra. Con poder y majestad, según la forma clásica de las manifestaciones divinas, Yahvé muestra que es creador y señor del Universo y que tiene siempre la última palabra. Sin embargo, el hecho de que el Señor se digne dirigir la palabra a su siervo es ya una señal de condescendencia. En esa misma línea de la divina condescendencia, cuando llegue la plenitud de los tiempos Dios hablará al hombre por boca de su propio Hijo. La presencia divina será entonces más cercana y entrañable, pues Jesús andará a ras de tierra y en él Dios hablará en medio de su pueblo y no ya desde las nubes. Sólo en Jesús, paciente como nosotros y por nosotros, hallarán respuesta cumplida las preguntas de Job, el hombre que no entiende el dolor y no sabe por qué ha nacido. En Jesús, el Señor que domina los mares y la tormenta se embarcará con los hombres en un mismo bote. Cristo murió por todos, nos dice Pablo en la Segunda Carta a los Corintios. Jesús no quiere el sufrimiento, sino que lo combate: perdona a los pecadores, cura a los enfermos y resucita a los muertos. En este tema, la posición de Jesús es clara: su vida es luchar contra el mal, y es parte importante de nuestra misión. Cristo murió por todos para que “los que viven ya no vivan para sí”, es decir para que abandonemos nuestro egoísmo

2. Confianza en Jesús. San Agustín interpreta este milagro de la tempestad calmada en relación con la Iglesia, a la que se compara a la barca de Pedro que va superando las tempestades porque Cristo va con ella. La fe es aquí algo más que creer unas verdades, es confianza en la persona de Cristo, que no puede fallarnos y que va con nosotros en el mismo barco. Esta fe no es fe para quedarse en la orilla, en la tranquilidad, sino fe para navegar en medio de los peligros, es una fe combativa. Se dice que Jesús dormía, y Marcos añade que estaba a popa, descansando sobre un almohadón; éste era el lugar más tranquilo y el de mayor honor. Los gritos de los discípulos y sus quejas despiertan a Jesús y éste, antes de increparlos por su falta de confianza, se dirige al mar con las mismas palabras que pronunció en otra ocasión refiriéndose a un endemoniado: "¡Silencio, calla!". Este milagro supuso para los discípulos un notable progreso en el conocimiento de Jesús, al que ya habían visto expulsando demonios y curando enfermedades. Ahora Jesús les manifiesta su señorío sobre las fuerzas de la naturaleza.

3. El silencio aparente de Dios. Los dos textos, el de Job y el de Marcos, nos enfrentan al mundo de la fe en un Dios aparentemente ausente, "dormido" ante el mal del mundo. El milagro de la vida cristiana consiste en ver detrás de lo visible, dentro de lo visible, a Dios Salvador. Ver en el trabajo colaboración en la obra salvadora de Dios. El mayor milagro de Jesús es él mismo, su capacidad de entrega y compasión, de compromiso y de consecuencia hasta el final. Su vida es luchar contra el mal, y es parte importante de nuestra misión. La consecuencia es clara: existe el mal del mundo porque existe el mal en mí. Si mi corazón se pareciera más al de Jesús, la humanidad sufriría mucho menos y sería visible el amor de Dios.

4. Dios cuenta con nosotros para solucionar el mal que hay en el mundo. Colaborar con Él es hacer que este milagro sea posible. Dios hace milagros cada día a través de las personas y los acontecimientos de una forma natural. No quiere realizar acciones espectaculares porque es respetuoso con nuestra libertad y no quiere alterar nuestra vida. Él nos ha dado los medios para solucionar muchos sufrimientos del ser humano. Es cuestión de descubrirlo, confiar y colaborar.

 

José María Martín OSA

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JESÚS, ESTÁ DE NUESTRO LADO

1.- Hay muchas formas de ver la vida; de enjuiciar los acontecimientos o de enfrentarse a situaciones adversas. Pero, quien lo hace desde la fe y con la fe, lo plasma de una forma diferente:

-  Desaparecen los miedos

-  Nace un santo y buen optimismo

-  Se piensa en un “todo es posible”

El Evangelio de este día nos hace comprender que, Jesús, cambia las cosas de color. Frente a un mundo convulsionado, con demasiadas tormentas en el cielo de su economía, de su paz, constantemente amenazada por inventos belicosos, la fe nos trae un poco de sosiego: ¿Aún no tenéis fe?

Pero, claro está, para que el hombre no se hunda, no puede pretender estar exclusivamente navegando en la barca (a veces caprichosa y peligrosa) que la sociedad le vende. Una barca en la que, Dios, lejos de llevar el timón se le ha relegado al papel de un chico de maletas. Las consecuencias, cuando se altera el orden establecido, unas líneas basadas en el respeto a la dignidad de las personas, del derecho a la vida o del santo temor de Dios, no se hacen esperar: el futuro del hombre está sometido a tormentas de graves consecuencias.

2.- Habrá algunos que se proclamen que, el hombre, es dueño de sus acciones y que por lo tanto, no es necesario recurrir a una fuerza extraordinaria o divina. Otros dirán que, lo que acontece en el mundo, es azar, fruto de la simple casualidad

Y, otros, entre los que podemos estar nosotros, afirmaremos que, sin Dios, el mundo no va bien. Que los huracanes de los malos tratos o las olas de la injusticia que rompen contra los muros de los más pobres, son en el fondo un fracaso de ese intento del hombre de prescindir de una referencia a Dios. Un Dios que nos dice que somos sus hijos y que, por lo tanto, hemos de aprender a confiar en Él, a fiarnos de Él y alejarnos de ese intento mezquino e irresponsable de apartar del núcleo de nuestra existencia al que creó el cielo y la tierra: a Dios.

3.- Es cierto que estamos viviendo unos momentos especialmente delicados en nuestras sociedades. Que nos preocupa el deterioro de la naturaleza. Que la amenaza atómica nos tiene acongojados. Pero ya no sirve nada el lamentarse. Es el momento de mirar hacia el cielo. De rezar para que Dios oriente esta barca totalmente a la deriva en la que, millones y millones de hombres, hace tiempo que navegan en un horizonte sin rumbo y con un mar embravecido.

Ante la coyuntura, personal o social que estamos padeciendo, puede que la fe no nos ofrezca respuestas mágicas y repentinas. Pero, es que la fe, no está para eso. La fe nos ayuda, nos orienta, nos ilumina en la oscuridad y, sobre todo, hace que aumenten nuestras fuerzas para hacer frente a todas esas dificultades. Y, además, nos recuerda algo elemental y esencial que nunca hemos de olvidar: en esa batalla contra el mal no estamos solos, nos acompaña Jesús de Nazaret. Qué bien lo expresó M. Gandhi: “La fe es la que nos dirige a través de océanos turbulentos”

 

Javier Leoz