¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 16 de octubre del 2022
DOMINGO 29° DURANTE EL AÑO
Éxodo 17, 8-13 / 2 Timoteo 3, 14–4,
2 / Lucas 18, 1-8
Salmo
responsorial Sal 120, 1-8
R/. "Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor"
Santoral:
Santa Margarita María Alacoque, Santa Eduviges,
San Gerardo Maela, San Beltrán, San Galo,
Beata Margarita de Youville
LECTURAS DEL
DOMINGO 16 DE OCTUBRE DE 2022
DOMINGO 29° DURANTE EL AÑO
Mientras Moisés tenía los brazos levantados,
vencía Israel
Lectura del libro del Éxodo
17, 8-13
Los amalecitas atacaron a Israel en Refidim.
Moisés dijo a Josué: «Elige a algunos de nuestros
hombres y ve mañana a combatir contra Amalec. Yo
estaré de pie sobre la cima del monte, teniendo en
mi mano el bastón de Dios».
Josué hizo lo que le había dicho Moisés, y fue a
combatir contra los amalecitas.
Entretanto, Moisés, Aarón y Jur habían subido a la
cima del monte. Y mientras Moisés tenía los brazos
levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba
caer, prevalecía Amalec.
Como Moisés tenía los brazos muy cansados, ellos
tomaron una piedra y la pusieron donde él estaba.
Moisés se sentó sobre la piedra, mientras Aarón y
Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así
sus brazos se mantuvieron firmes hasta la puesta
del sol.
De esa manera, Josué derrotó a Amalec y a sus
tropas al filo de la espada.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
120, 1-8
R.
Nuestra
ayuda está en el Nombre del Señor
Levanto mis ojos a las montañas:
¿de dónde me vendrá la ayuda?
La ayuda me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
R.
Él no dejará que resbale tu pie:
¡tu guardián no duerme!
No, no duerme ni dormita
el guardián de Israel.
R.
El Señor es tu guardián,
es la sombra protectora a tu derecha:
de día, no te dañará el sol,
ni la luna de noche.
R.
El Señor te protegerá de todo mal
y cuidará tu vida.
Él te protegerá en la partida y el regreso,
ahora y para siempre.
R.
El hombre de Dios sea perfecto y esté preparado
para hacer siempre el bien
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo
a Timoteo
3, 14--4, 2
Querido hijo:
Permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de
la que estás plenamente convencido: tú sabes de
quiénes la has recibido.
Recuerda que desde la niñez conoces las Sagradas
Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que
conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo
Jesús. Toda la Escritura está inspirada por Dios,
y es útil para enseñar y para argüir, para
corregir y para educar en la justicia, a fin de
que el hombre de Dios sea perfecto y esté
preparado para hacer siempre el bien.
Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús,
que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en
nombre de su Manifestación y de su Reino: proclama
la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin
ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia
incansable y con afán de enseñar.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Dios hará justicia a sus elegidos que claman a Él
X Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
18, 1-8
Jesús enseñó con una parábola que era necesario
orar siempre sin desanimarse:
«En una ciudad había un juez que no temía a Dios
ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad
vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: "Te
ruego que me hagas justicia contra mi adversario".
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después
dijo: "Yo no temo a Dios ni me importan los
hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré
justicia para que no venga continuamente a
fastidiarme"».
Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez
injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos,
que claman a Él día y noche, aunque los haga
esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de
ojos les hará justicia.
Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará
fe sobre la tierra?»
Palabra del Señor.
Reflexión
RECORDAR A LOS MISIONEROS CADA DIA
Este domingo celebramos el Domund, el Domingo
Mundial de las Misiones. Hoy recordamos
especialmente a tantos hombres y mujeres que,
dejando sus casas y sus lugares de origen, marchas
a otros países, a veces lejanos, para anunciar
allí la palabra de Dios. Cada día deberíamos
recordar a los misioneros, y pedir a Dios por su
labor evangelizadora a lo largo de todo el mundo.
Pero hoy la Iglesia nos recuerda de modo especial
esta labor de los misioneros y nos invita a pedir
por ellos y a ayudarles con nuestra aportación
económica.
1. Orar siempre sin desfallecer. Si el domingo
pasado escuchábamos a diez leprosos que a gritos
le pedían a Jesús que tuviese compasión de ellos,
las lecturas de este domingo son una invitación a
orar con insistencia, sin desfallecer. En la
primera lectura hemos escuchado el pasaje en el
que Moisés, desde la cima de un monte, contempla
la batalla entre los israelitas y Amalec. Moisés
no está luchando en la batalla, pero desde la cima
del monte sostiene a su pueblo manteniendo en alto
los brazos. Nos dice el libro del Éxodo que
mientras que Moisés tenía los brazos levantados el
pueblo vencía en la batalla, pero si los bajaba
perdía. Las manos levantadas de Moisés son un
gesto de oración que se eleva al Padre. La
constancia y la perseverancia en la oración a Dios
es lo que nos enseña también Jesús en el Evangelio
mediante la parábola de la viuda que le ruega con
insistencia al juez. Era un juez injusto, que ni
temía a Dios ni le importaban los hombres, que no
vivía el ser juez como una vocación, sino que más
bien era un funcionario que se limitaba a trabajar
sus horas y después le importaba bien poco la
justicia. Aquella viuda le pide justicia, que es
lo que ha de hacer el juez. Como éste no le hace
caso durante algún tiempo, la viuda insiste en
pedirle justicia. Finalmente, aquel juez hace lo
que la viuda le pide, pero lo hace por no escuchar
más a aquella mujer, porque le estaba fastidiando.
Así nos dice Jesús que hemos de orar, con
insistencia, pues si el juez injusto hace lo que
quiere la viuda por la insistencia de ésta, cuanto
más Dios hará justicia a quien le grita día y
noche.
2. ¿Encontrará esta fe en la tierra? Pero muchas
veces nos cuesta orar así, con insistencia. Somos
personas que nos cansamos enseguida, que no
tenemos paciencia. Nos desesperamos cuando le
pedimos algo a Dios y Él no nos lo da cuando
nosotros queremos. Pero es que hemos de caer en la
cuenta de que Dios tiene sus tiempos, y los
tiempos de Dios no son los nuestros. Dios nos dará
siempre lo que nos conviene, y nos lo dará cuando
más nos conviene. Por eso, hemos de orar con
insistencia y con fe. La fe es la confianza total
en Dios, y esa confianza es la que nos falta
cuando oramos, por eso nos cansamos pronto de
pedirle a Dios. Porque nosotros creemos saber
cuándo han de suceder las cosas, pero la fe nos
hace ver que es Dios quien lleva nuestra vida, que
es Él quien hace las cosas cuando las ha de hacer.
Que Él nunca nos deja solos, aunque a veces nos lo
parezca. Por eso, al final del Evangelio de hoy,
escuchamos la frase de Jesús: “Cuando venga el
Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?
Hace dos domingos escuchábamos a los discípulos
que le pedían a Jesús que les aumentase la fe. Hoy
es un bien domingo para pedirle de nuevo al Señor
que nos de esa fe que tanto nos falta, que nos de
la confianza en Dios, la confianza de un niño que
sabe que su padre no lo abandona y está siempre a
su lado. Así hemos de confiar nosotros en Dios,
así hemos de abandonarnos en Él.
3. Domund. En la segunda lectura de hoy, san
Pablo le pide a Timoteo que proclame la Palabra, a
tiempo y a destiempo. Y es que la fe no es sólo
para nosotros. No podemos contentarnos con tener
nosotros fe y ya está. Dios siempre nos llama a
llevar esa fe a los demás. La fe que viene de la
escucha atenta y orante de la Palabra. Por eso san
Pablo insiste a Timoteo que evangelice, que sea
misionero, que lleve la Palabra allá donde vaya.
Todos nosotros estamos llamados a ello, como nos
recuerda el lema del Domund que hoy celebramos:
“Bautizados y enviados”. Todos los cristianos, por
nuestro bautismo, somos enviados por Cristo a ser
misioneros, a llevar la Palabra a todos, como
Pablo le recuerda hoy a Timoteo. Por esto, la
Iglesia recuerda hoy de modo especial a los
misioneros, cuya misión es precisamente
evangelizar, llevar la palabra del Evangelio a
todos los pueblos. Y nos recuerda a nosotros la
misión que tenemos por nuestro bautismo y por
nuestra fe.
En este mes misionero extraordinario que ha convocado el papa
Francisco, la celebración del Domund tiene un
carácter especial. Hoy hemos de orar con
insistencia, como nos enseña Jesús en el
Evangelio, pidiendo con fuera a Dios por todos los
misioneros. Pero también hemos de concienciarnos
de que cada uno de nosotros estamos llamados para
la misión. La fe que Dios quiere encontrar en la
tierra es un tesoro que nosotros hemos recibido
por el bautismo. Por el mismo bautismo estamos
llamados a propagar esa misma fe allá donde nos
encontremos.
Francisco Javier Colomina Campos
www.betania.es
EL DOMUND MISIONERO
1.-Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le
importaban los hombres. En aquella ciudad había
también una viuda que solía ir a decirle: hazme
justicia frente a mi adversario. Por algún tiempo
el juez se estuvo negando, pero se dijo a sí
mismo: aunque no temo a Dios ni me importan los
hombres, como esta viuda me está molestando, le
voy a hacer justicia. Y el Señor añadió: Fijaos en
lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará
justicia a sus elegidos que claman ante él día y
noche? El Papa Francisco quiere que este
año celebremos con especial intensidad un Domund
misionero, convencido de que la Iglesia de Cristo,
o es misionera o no es de Cristo. Lo mismo podemos
decir de cada uno de nosotros, los cristianos: o
somos misioneros o no somos cristianos. La lectura
del Éxodo y la del evangelio de este domingo
coinciden en la necesidad de la oración, con la
seguridad de que Dios nos hará justicia. En este
día del Domund misionero que, como hemos dicho, el
Papa Francisco quiere que celebremos con especial
dedicación, el tema de la oración tiene que ser un
tema necesario. Los cristianos tenemos que creer
en la eficacia de la oración. Pero tenemos que
tener claro que creer que Dios nos escucha
siempre, no significa que Dios vaya a hacer
siempre lo que nosotros le pedimos. Lo sabemos por
experiencia; la mayor parte de nosotros le hemos
pedido a Dios alguna vez alguna cosa que Dios no
nos la ha concedido. Dios, decimos, y tiene que
ser verdad, nos da siempre lo que nos conviene,
pero sólo él sabe lo que nos conviene. Terminemos
siempre nuestras oraciones de petición diciendo:
hágase, Padre, tu voluntad. Otra cosa que debemos
tener muy claro es que en un Domund misionero no
puede faltar la limosna, nuestra limosna. Las
misiones y los misioneros necesitan dinero.
Contribuyamos cada uno de nosotros con nuestras
limosnas a hacer que las misiones cristianas sean
lo más eficaces y lo más extendidas por el mundo
que sea posible. Con dinero, o de la manera que
cada uno de nosotros podamos. Y no olvidemos nunca
que la mejor limosna que podemos dar es nuestro
amor. La limosna de amor es la mejor de las
limosnas que podemos hacer siempre: dentro de
nuestra propia familia, con las personas conocidas
y amigos, con los misioneros que ejercen su misión
por tierras extranjeras. El amor, como nos dice
repetidamente el apóstol san Pablo, es siempre lo
primero de todo; si no tengo amor no soy nada, ni
misionero cristiano, ni cristiano de verdad.
2.- Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil
para enseñar, para argüir, para corregir, para
educar en la justicia, a fin de que el hombre de
Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra
buena… proclama la palabra, insiste a tiempo y a
destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda
magnanimidad y doctrina. Cuando san Pablo
escribe esta carta a su discípulo Timoteo el
cristianismo se estaba formando y los receptores
de esas palabras eran personas que venían del
paganismo y los conocimientos que tenían de Cristo
y su doctrina eran escasísimos. No podemos pensar
hoy nosotros que podamos aplicar estas palabras
literalmente a las comunidades cristianas a las
que nosotros nos dirigimos. Lo que tenemos que
hacer hoy, sí, como entonces, es tratar de que
nuestras palabras contribuyan a que la gente con
la que hablamos sea “perfecta y y esté preparada
para toda obra buena… exhortando con toda
magnanimidad y doctrina”. Lo de argüir a tiempo y
a destiempo hay que interpretarlo en cada caso y
momento. Hablemos cuando tenemos que hablar y
sepamos callarnos cuando no estemos seguros de que
nuestras palabras vayan a contribuir a que a las
personas a las que hablamos les vayan a ser útiles
y vayan a contribuir a que sean más perfectas y
les animen a hacer obras buenas.
www.betania.es
Gabriel González del Estal
ORAR Y COLABORAR CON DIOS
1.- Es necesario pedir con confianza. Si el
domingo pasado Jesús nos recordaba que tenemos que
dar gracias en nuestra oración por los dones que
Dios nos regala, hoy nos recuerda que también es
bueno pedir. La verdad es que no hace falta que
nos recuerde que pidamos, pues es lo que hacemos
habitualmente, más difícil nos resulta dar
gracias. Sin embargo, también es bueno pedir, por
eso Jesús cuenta la parábola del juez inicuo para
explicar cómo tenemos que orar siempre sin
desanimarnos. Al pedir reconocemos nuestra
limitación y ponemos nuestra confianza en Dios.
Como dice San Agustín "la fe es la fuente de la
oración, no puede fluir el río cuando se seca el
manantial del agua". Es decir, quien pide es
porque cree y confía. Pero, al mismo tiempo la
oración alimenta nuestra fe, por eso le pedimos a
Dios que "ayude nuestra incredulidad".
2.- Pedir y colaborar para conseguir lo que se pide.
Ocurre que frecuentemente no sabemos pedir y nos
decepcionamos si Dios no nos concede lo que
pedimos. No puede ser que Dios conceda a todos
acertar el número de la lotería y es imposible que
conceda a la vez la victoria a dos aficionados de
dos equipos distintos que se enfrentan entre sí.
Dios no es un talismán, o un mago que nos
soluciona los problemas. Cuando pedimos algo nos
implicamos en eso que pedimos y nos comprometemos
con lo que suplicamos. Por ejemplo, si pedimos por
la paz nos estamos comprometiendo nosotros mismos
en ser pacíficos y constructores de paz. Lo otro
es pedir a Dios que nos saque las castañas del
fuego sin mover nosotros un solo dedo. Jesús nos
anima a perseverar en la oración con insistencia,
pues entonces estamos demostrando nuestra total
confianza en Dios. Pero no pidamos imposibles, no
podemos obligar a Dios a alterar el ritmo de la
naturaleza. Pidamos mejor que sepamos aceptar
nuestras limitaciones y sobre todo sabiduría para
asumir lo que no podemos cambiar. Cuando llega el
dolor o la enfermedad tan importante es pedir la
curación como aceptación y confianza serena ante
la enfermedad.
3. – Pedir en comunidad por las necesidades de los
hermanos. No cabe duda de que la oración
en común tiene más sentido y me atrevería a decir
que más fuerza. En el momento de las preces de la
Eucaristía alguien lee o presenta la petición y
todos nos unimos a él/ella diciendo "¡Te rogamos
óyenos!". Hemos de pedir no sólo por nosotros o
por los nuestros, sino también por todos los que
lo necesitan. No olvidemos que somos el cuerpo de
Cristo y cuando un miembro sufre, todo el cuerpo
sufre. A veces las peticiones que hacemos en la
Eucaristía resultan demasiado formalistas o
rutinarias. Deberíamos dejar campo a la
espontaneidad y dar oportunidad para que el que
quiera exprese su necesidad para unirnos en su
oración. Es verdad que Dios conoce lo que
necesitamos antes de que se lo pidamos, también un
padre sabe lo que necesita su hijo, pero le gusta
que se lo diga, pues es señal de confianza en él.
Dios te dice cada día: "si me pides soy don para
ti, si me necesitas, te digo: estoy aquí, dentro
de ti".
4.- ¿Cómo orar? Hay 5 detalles que hemos de
tener en cuenta al ponernos en oración: buscar el
lugar adecuado, hacer silencio, hablar con Dios,
escucharle y darle gracias. En la era del teléfono
móvil o celular voy a mostrar ocho reglas para
hablar con Dios:
*1.-
Marca el prefijo correcto, no a lo loco.
*2.- Una conversación telefónica con Dios no es
un monólogo. No hables sin parar, escucha al que
te habla desde el otro lado.
*3.-
Si la conversación se interrumpe, comprueba si has
sido tú el causante del "corte".
*4.-
No adoptes la costumbre de llamar sólo en casos de
urgencia. Eso no es trato de amigos.
*5.-
No seas tacaño. No llames sólo a horas de "tarifa
reducida"; es decir, cuando toca o en fines de
semana. Una llamada breve en cualquier momento del
día sería ideal.
*6.-
Las llamadas son gratuitas y no pagan impuestos.
*7.-
No olvides decirle a Dios que te deje en el
contestador todos los mensajes que quiera o cuando
quiera.
*8.-
Toma nota de las indicaciones que Él te diga para
que no las eches en olvido.
4.- “Bautizados y enviados”. El Domund de este año presenta el
lema: “Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo
en misión en el mundo”, propuesto por el papa
Francisco para la celebración del Mes Misionero
Extraordinario de octubre de 2019, a los cien años
del gran documento misionero de Benedicto XV
Maximum illud. El lema nos recuerda que en el
bautismo hemos recibido la vida divina, y, gracias
a eso, somos profetas, es decir, anunciadores del
misterio de Cristo, por Él enviados. Nos situamos,
pues, en el punto de partida de nuestro envío al
mundo: como la Iglesia es misionera por
naturaleza, así nosotros somos misioneros por
nuestro bautismo. Pidamos en este día del Domund
por todos los misioneros que anuncian con valentía
y entusiasmo el evangelio en todo el mundo.
José María Martín OSA
www.betania.es
SEAMOS PERSISTENTES
Si hemos visto alguna vez una estalagmita vemos
como, ésta, se forma con el paso de los años
cuando, al caer millones y millones de gotas de
agua, van depositando calcita en el suelo y
formando así una especie de columna. El resultado,
aparentemente, es invisible. Con el tiempo,
espectacular.
1.- Una vez más, Lucas, nos adentra en el tema de
la oración. Y, según él, ha de ser insistente. Nos
narra una preciosa parábola en la que, con la
constancia, se nos asegura que Dios siempre cumple
aquello que se le pide. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿De qué
manera? Eso ya es otra cosa.
Al igual que la estalagmita, puede que a veces nos
parezca que la “gota de agua de nuestra oración”
no produce fruto. Que es estéril. Que no merece la
pena. En cuántos momentos nos encontramos con
personas que dicen que hace tiempo dejaron de orar
porque les parecía algo innecesario o una pérdida
de tiempo. Y, al contrario, otras que en la
reflexión, la meditación y la oración diaria es
donde mejor se encuentran y donde alcanzan
respuestas a muchos interrogantes o, por lo menos,
fuerza para seguir adelante.
Jesús, más que nunca en estos tiempos de ruidos y
de superficialidad, nos invita a no abandonar la
columna de la oración. Con ella podemos unir la
tierra y el cielo y al hombre con Dios. ¿Cómo?
Siendo constantes, alegres y persistentes en la
oración. No está de más el recordar que, también
una gota con su goteo permanente, es capaz de
romper una gigantesca roca. Y no es menos cierto
que, la oración permanente, produce sosiego,
seguridad, optimismo y la sensación de que Dios
camina codo a codo con la humanidad. Para ello,
claro está, hay que orientar la antena de nuestra
conciencia en la dirección desde la cual el Señor
emite.
2.- Cuando se quiere algo o se quiere a alguien,
el cansancio, desaparece del vocabulario palabras
como desilusión, desencanto, aburrimiento o
pesimismo. Nosotros, como cristianos, no queremos
“algo” (aunque anhelamos el cielo) amamos a
Alguien: a Dios. Y por eso le rezamos y nos
confiamos a su presencia, a su Palabra y a la
promesa de que nunca nos dejará abandonados.
Siempre nos acompañarán enigmas y dudas: ¿Por qué
el mal en el mundo? ¿Por qué unos tienen tanto y
otros tan poco? ¿Por qué las guerras y los
suicidios, las crisis y los desastres naturales?
Preguntas que, muchas veces, sólo tienen una
respuesta: el hombre es libre con todas sus
consecuencias. Dios no es ningún tutor que vigila
y dirige nuestras vidas como si fuéramos
marionetas. Su deseo, como Padre, es que
crezcamos, que maduremos y que por lo tanto seamos
conscientes que el vivir implica confiar y
arriesgarse creyendo con todas las consecuencias
en El.
3.- El Santo Cura de Ars a un joven sacerdote que,
aparentemente, no veía frutos pastorales en su
vida pastoral le apostillaba: ¿no será que no
rezas con fe? ¿No será que no lo haces
frecuentemente? ¿No será que no lo haces con
insistencia? Fe, frecuencia e insistencia son tres
termómetros que ponen sobre la mesa la verdad y la
profundidad de nuestra oración.
Javier Leoz
www.betania.es
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